Espacios sagrados de devoción, las capillas a la virgen de Loreto en el Bajío novohispano
Erika González
Introducción
Hacia el siglo xviii en el Bajío novohispano se produjo un auge económico derivado, en suma, por el flujo de personas a las zonas mineras lo cual trajo consigo el aumento en la producción de cereales, de la industria ganadera y de textiles. Este fulgor se tradujo en proyectos para renovar la infraestructura de la región; se inició la traza de caminos, la construcción del sistema hidráulico y la remodelación urbana. Es importante puntualizar que el costo de estas mejoras fue sufragado por las acaudaladas familias que mudaron su residencia a estas renovadas ciudades y villas.
Además del arribo de bienes y fortunas, los nuevos linajes llevaron consigo elementos culturales y religiosos que repercutieron en la región. Un ejemplo de esto es la devoción a la virgen de Loreto, que contó con el amparo del conde Manuel Tomás de la Canal Bueno de Baeza, caballero de la Orden de Calatrava; del religioso Juan Caballero y Ocio y de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri quienes no escatimaron fortuna ni empeño para establecer y difundir el culto a la lauretana en la región abajeña y en territorios circunvecinos.
Origen del culto a la virgen de Loreto
Las primeras noticias sobre el culto a la Santa Casa y virgen de Loreto datan del siglo Cuenta la tradición que la habitación donde María aceptó ser la madre de Jesús y donde se dio el milagro de la Encarnación de Dios, se vio acechada en aquel siglo por musulmanes que invadieron Tierra Santa, por lo que un grupo de ángeles reubicó la morada a tierra de fieles para protegerla, específicamente la llevaron a la región de Tersato en Dalmacia donde permaneció por tres años. Sin embargo, el 10 de diciembre de 1294 de nuevo fue trasladada a otro lugar seguro en Italia, en la región de Ancona cerca de un bosque donde crecía el árbol de laurel o de donde tomó el nombre la devoción, es decir Loreto. Unos años más tarde, y debido a las rencillas entre los pobladores de la zona, la habitación fue reubicada a la cima de una colina cerca del camino que lleva a Recanati en el mar Adriático, siendo esta su ubicación La pequeña habitación donde vivieron la virgen María y Jesús es considerada una portentosa e invaluable reliquia. Debido a su tamaño y para protegerla se le construyó un receptáculo de mármol, así como un santuario para propiciar su culto y devoción.
Para favorecer el culto a la Santa Casa y a la virgen asociada a ella, la Iglesia católica promovió la fundación de santuarios y la factura de imágenes que detallaran los poderes taumatúrgicos de la lauretana. En un principio, quedó en manos de la orden seráfica de San Francisco la responsabilidad de administrar e impulsar el culto, sin embargo, siglos después la Compañía de Jesús se apropió de ella. Las constantes traslaciones de la virgen y los inconvenientes que sufrió durante estas hicieron de ella la devoción indicada para los peregrinos y para los viajeros, razón por la cual los misioneros jesuitas que se aventuraban en los territorios conquistados por la Corona española la tomaron como patrona principal. Desde 1554 se reconoció a los ignacianos como Penitenciarios Apostólicos del Santuario de la Virgen (Alcalá, 2007: 289-290).
La iconografía lauretana y su Santa Casa
A la virgen, en su advocación de Loreto, se le representa de dos maneras: una asociada al momento de la traslación de su morada y otra donde ya está establecida; es decir, una vinculada a la representación del espacio sagrado y otra propiamente a la imagen consagrada, pero ambas tienen atributos y características propias.
Imagen 1. Thomas Scheffler, Domus 1731, grabado en papel. Fuente: Engelbrecht y Scheffler (1732: lámina 40). Imagen de dominio público.
En la primera tipología la virgen María suele vestir una túnica y manto sin mayor ornamentación, se le representa como una mujer joven de cabello suelto que permanece de pie o sentada sobre el tejado a dos aguas en su casa de ladrillos; indudablemente está acompañada por su hijo quien sostiene la esfera del mundo en la mano izquierda.En la segunda categoría, es la misma mujer joven de cabello largo, pero ahora viste una basquiña ricamente adornada con joyas e hilos de perlas que cruzan sobre una banda con la cual sostiene a su pequeño hijo, porta además una tiara papal (véanse imágenes 1 y 2). Tanto Francisco de Florencia como Juan de Burgos, célebres escritores jesuitas, explican que la virgen debe portar esta insignia pontificia con tres coronas reales, ya que la tiara se la otorgó el papa Julio II 1503-1513) tras salvar a la ciudad de Recanati de una epidemia y las coronas le fueron colocadas a la virgen por cada uno de los integrantes de la Santísima Trinidad (Burgos, 1671: 152-175;Florencia, 1689). Para la Nueva España y en general para los virreinatos indianos se prefirió la tiara.
Imagen 2. Hieronymus Wierix, Virgen de Loreto con escudo papal de Leon
XI
, Amberes, ca. 1603, grabado en papel, 94 × 65 mm. Fuente: Rijksmuseum (2018).Imagen de dominio público.
Sobre la habitación de Nazarety el espacio consagrado a esta devoción existen tres tipos de edificios. El primero es la capilla anexa al templo, que corre paralela a la nave de este. Suele ser de menor tamaño, pues se respeta la jerarquía del templo. En su interior se resguarda un altar dedicado a la lauretana, como advocación principal; un ejemplo de esta capilla es la ubicada en San Luis Potosí y Atotonilco (Hernández, 2009: 53). El segundo es la casa-capilla, este espacio puede estar adosado al templo o como un edificio adjunto, pero su ingreso es por la nave de la iglesia. En su interior se halla una réplica exacta de la habitación de María y suele tener un camarín, como lo son la capilla de Tepotzotlán y la de San Miguel de Allende. La tercera capilla, que es la menos común, la conforman altares de doble vista que se conectan por la parte posterior a una pequeña habitación la cual hace las veces de camarín, pero no son espacios dedicados exclusivamente al culto lauretano como es el caso de la iglesia de San Luis Gonzaga de Bacadéhuachi, en
La virgen de Loreto en la Nueva España
La llegada de la devoción a los territorios españoles de ultramar se debe a los jesuitas quienes desde sus primeras incursiones, en 1572, trajeron consigo reliquias y estampas de la lauretana. Sin embargo, fueron los italianos Juan Bautista Zappa y Juan María Salvatierra quienes arribaron a la Nueva España en 1675 con copias, “tocadas al original”, de la cabeza y las manos de la virgen y del Niño Jesús de la escultura que se veneraba en Italia. Posteriormente, solicitaron que se trajera “[…] de la Italia las medidas y tamaños de la casa.Todo vino a medida del deseo” (Florencia, 1755: 154) con lo cual fue posible la construcción en la iglesia y Colegio de San Gregorio de la ciudad de México de la primera casa-capilla lauretana que sirvió, aparentemente, de paradigma para la construcción de las demás capillas que se fundaron durante el siglo xviii en territorio novohispano (Florencia, 1755: 83-84; Gonzalbo, 1997: Desafortunadamente, esta capilla fue demolida en el siglo
Si bien queda establecido que fue la Compañía de Jesús la que impulsó el culto a la lauretana en el Nuevo Mundo, existieron fundaciones independientes en el Bajío mexicano y este es el tema de esta investigación en la cual se expondrán las contribuciones de célebres personajes que ayudaron a la expansión del culto.
La virgen de Loreto en el Bajío mexicano
El xviii fue un siglo de bonanza para la región abajeña debido a la reactivación económica, en suma, gracias al auge minero, a la riqueza de sus tierras de labor, a las haciendas de ganado y las industrias derivadas de él, las fábricas de textiles y el comercio. Hacia finales del siglo en la ciudad de Santiago de Querétaro se iniciaba un proceso de remodelación y edificación de algunos de los inmuebles religiosos que la conformaban. Se construía, por ejemplo, el Colegio e Iglesia de San Ignacio de Loyola y el Seminario de San Francisco Xavier; el templo de Santa Cruz estaba siendo remodelado en el crucero, el coro y la sacristía, además de que se le estaba agregando un camarín y se ampliaba el convento. La recién llegada orden de Santo Domingo estrenaba su propio templo y convento. El Convento de San Antonio, de frailes dieguinos, fue favorecido con nuevos colaterales y en el atrio del Convento de San Francisco se estaban construyendo dos capillas sólo por mencionar algunas de las transformaciones de la ciudad costeadas por el célebre benefactor, el religioso Juan Caballero y Ocio. Como alcalde principal, este continuó con las empresas religiosas de su padre Juan Caballero y Medina y apoyó la construcción de edificios además de patrocinar diversas obras pías como capellanías, donaciones y dotes para huérfanas
Hacia 1699 aproximadamente Caballero y Ocio ordenó la construcción de una capilla lauretana en el atrio del convento de San Francisco; si bien, esta no existe actualmente, las referencias históricas permiten reconstruir un poco su aspecto. Se sabe que la “iglesia de Nuestra Señora de Loreto con su casita adentro sita en el cementerio del señor San Francisco […] quedó perfectamente acabada con toda curiosidad y esmero […] sin que falte cosa alguna, por estar con mucha sobra en el adorno de su divino culto, en que puso su devoción todo esmero, solicitud y desvelo dicho Bachiller don Juan Caballero y (Zelaá, 1803: 51-52).
Tal como se menciona, la capilla estaba cerca del cementerio de San Francisco. Se dice que tenía una casita adentro la cual puede catalogarse como una casa-capilla. En otro documento se corrobora lo anterior cuando se menciona que fue realizada “según las medidas de la verdadera casa que era una característica de este tipo de edificios. Por ser réplicas exactas de la original sus dimensiones debieron ser las siguientes: 31¼ pies de largo por 13 pies y 14 pulgadas de ancho por 15 pies de alto (aproximadamente 9.52 metros de largo por 4.10 de ancho por 4.32 de alto). Las capillas de Loreto que se mencionarán líneas abajo, así como la de Tepotzotlán —y seguramente la del Colegio de San Gregorio de la ciudad de México—también tienen estas medidas. Incluso se hace referencia a algunos rasgos de la construcción: “[...] una pequeña iglesia de bóveda, baxo de la cúpula ó media naranja, y se halla en el día con bastante decencia y adorno, y algunas fincas para su Es importante señalar que no existe referencia alguna sobre la existencia de un camarín, lo que la diferencia de San Gregorio. Aun cuando no queda testimonio sobre la imagen que presidía el retablo central, seguramente se trató de una escultura “[…] á cuyo bellísimo simulacro de Nuestra Señora de la misma advocación, adornó de preciosísimas alhajas, donándole todas las perlas y joyas que eran de su madre, las que se valuaron entonces en ciento cuatro mil pesos” (Osores, 1908: 120-121). La devoción de Caballero y Ocio por la lauretana trascendió hasta su muerte, acaecida el 11 de abril de 1707, pues sus restos fueron colocados en la Capilla de Loreto y más tarde fueron trasladados a la Iglesia de Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, al ser destruida la capilla a mediados del siglo
El benefactor queretano hizo otras contribuciones destacables y de interés para esta investigación. Participó económicamente en la reedificación del noviciado del Colegio de Tepotzotlán, de donde quizá proviene su afinidad por esta devoción. Asimismo, hacia 1700, realizó una aportación de mil pesos para la creación de la portada del Oratorio de San Felipe Neri de la ciudad de México, y fincó 8 000 pesos en censos para que con sus réditos la congregación comprara pan; y, mientras vivió, cada semana los dotaba con un carnero y medio. Al Colegio de Belén, que era administrado por los oratorianos, les otorgaba el doble de carne e hizo aportaciones económicas durante la construcción del recogimiento. La afinidad por San Felipe y su instituto lo llevaron a sumarse a dicha congregación, como señalaba en su testamento en el que especificaba que era congregante de la Venerable Unión
Además de sufragar obras pías, Caballero y Ocio fue bienhechor de quienes deseaban acercarse a la vida religiosa, entre ellos Juan Antonio Pérez de quien desde temprana edad fue a vivir a casa de su benefactor. Este lo adoptó como discípulo y pagó la totalidad de sus estudios. Pérez de Espinosa se unió, al igual que su mecenas, a la Congregación de Clérigos Seculares de Santa María Guadalupe, en la que fungió como prefecto y como su representante ante Roma y España. Muchas de las dádivas y cargos que obtuvo se los debía a su mentor quien se empeñó en colocarlo entre la alta élite eclesiástica abajeña. En la Cuaresma de 1712, Juan Antonio decidió ir a San Miguel el Grande, tras recibir la invitación del padre Cristóbal Ramírez, párroco de la villa, para celebrar alguna de las misas de la temporada. Después de unos efusivos sermones que movieron el espíritu de algunos fieles, una comitiva le solicitó que se mudara a la villa. El ofrecimiento fue de gran interés para Pérez de Espinosa, ya que San Miguel era el sitio perfecto para llevar a cabo uno de los proyectos que por varios años rondaron su cabeza: fundar la Congregación de San Felipe Neri, de quien era devoto al igual que su maestro Caballero y Ocio. Una vez aceptada la invitación envió petición formal al obispo de Michoacán, Felipe Ignacio Trujillo y Guerrero, para que concediera su licencia. Los vecinos de la villa apoyaron el proyecto y enviaron misivas al Cabildo en las que exponían lo indispensable y valiosa que sería la llegada de oratorianos a la villa, pues su tarea principal sería poner orden en la cofradía de negros y mulatos, que al no contar con capellán propio caían constantemente en desórdenes y malas prácticas morales; además, se quejaban porque “la Santa imagen del Ecce Homo tenía poco culto y en abandono está su capilla, cuyo sacristán es un mulato que tiene una concubina en uno de los aposentos, y a su arbitrio está el abrir y cerrar la vidriera del Sr. y todo ello está sucio y Ante este panorama la autorización fue expedita y ese mismo año de 1712 les fue cedido parte del solar donde estaba la cofradía de mulatos de la Soledad y Santo Ecce por lo que ambas asociaciones religiosas tendrían que compartir el espacio. Esto generó serios conflictos que no vieron su final hasta 1741 cuando la cofradía fue trasladada a otro sitio. El conjunto religioso construido por los oratorianos está comprendido por el templo de San Felipe Neri, la capilla de Loreto, la capilla de Nuestra Señora de la Salud, el Colegio de San Francisco de Sales y la casa de los religiosos. Lo que atañe a esta investigación es la capilla lauretana.
Como ya se mencionó, el queretano Juan Antonio Pérez de Espinosa, fundador de los felipenses de San Miguel, fue partícipe de los proyectos de Juan Caballero y Ocio y, si bien, no hay un testimonio o documento que exponga explícitamente su participación en el establecimiento de la capilla lauretana de Querétaro, tampoco es aventurado suponer que estuvo involucrado en dicha fundación. Además del felipense queretano, en San Miguel el Grande confluyeron otros personajes determinantes para la existencia de la Santa Casa en la villa, nos referimos al conde Manuel Tomás de la Canal Bueno de caballero de la Orden de Calatrava, y a su esposa María Josefa Gabriela de Hervás y quienes en 1735 costearon la construcción y el aforno de la capilla lauretana. Años antes, en 1732, él había sido mecenas de la capilla del colegio jesuita de San Francisco Xavier en Tepotzotlán; su colaboración está documentada y perpetuada en el lienzo del pintor novohispano José de Ibarra, ubicado en el relicario de San José, construcción adosada a dicho espacio lauretano. Seguramente fue después de este evento que Manuel de la Canal decidió emprender la construcción de la Santa Casa con el apoyo de los oratorianos de San Miguel,
[…] teniendo especial devoción a Ntra. Sra. de Loreto, [y] deseando mostrarle con alguna obra pía del agrado de Dios, culto y veneración de dicha milagrosa Imagen, ha deliberado el edificarle una capilla a su propia costa, con el retablo en que se coloque dicha soberana imagen, hal ándose a hacer de su propio caudal la obra, su sacristía y camarín y su colateral, y a dar continuamente durante todos los días de su vida el aceite de la lámpara que diariamente ha de arder en dicho altar, y costear el vino, cera y hostias para el Santo sacrificio de la misa, y todo cuanto se necesitaré para su
Debemos puntualizar que los felipenses ya tenían una relación anterior con el conde, pues este les había regalado para su iglesia un retablo con diez lienzos y una escultura que años atrás comisionó al arquitecto Pedro Rojas (Ramírez, 1988: 65-66).
Hacia 1734 Manuel de la Canal aún no tenía residencia fija en San Miguel, no obstante, nombró a Francisco José de Landeta, regidor de la villa, como su apoderado legal para que realizara ante las autoridades civiles y religiosas todos los trámites correspondientes.
El 18 de marzo de 1734 los oratorianos cedieron 42 varas de su solar que corrían de oriente a poniente y 25 varas de norte a sur, para la construcción de la Santa Casa, con la única condición de que no se “[…] vulnerara ni el gobierno ni en el uso libre de la iglesia Quedando a cargo la congregación de la administración del culto y las limosnas.
El edificio fue planteado como un santuario, un espacio de peregrinaje ya que la capilla se establecería en el terreno que ellos ocupaban. Estaría anexa a la nave de su templo y tendría un patio con jardín. Ahí se daría alojamiento a los visitantes. En el acta de fundación quedaron asentados estos lineamientos:
Se ha de fabricar sacándola de sus cimientos en sitio inmediato a dicha Iglesia, con puerta a ella, por la que tenga sus entradas y salidas, con un camarín para su mayor lucimiento, y en la forma con que en algunas ciudades se halla labrada la Santa Casa de Nuestra Señora, […] y para que antes de eso haya de tratar lo referido con el prefecto o Prepósito y demás clérigos de dicha congregación, para que reconociendo su fervoroso celo, el bien espiritual que se sigue con la obra de dicha capilla, […] habiéndose de nombrar por patrón de dicha capilla al otorgante […] y con la calidad de que dichos padres del oratorio se han de hacer cargo del cuidado y limpieza y aseo de dicha capilla y aplicar sus oficios en lo que les dictare su devoción en vida del otorgante para sus buenos sucesos, y en su muerte para que por ellos logren
Al puntualizar que la casa debía realizarse como ya se había hecho en otras ciudades, se establece la relación entre algunas capillas que seguían el mismo modelo de construcción como podrían ser las del Colegio de San Gregorio, Tepotzotlán y Querétaro.
Gracias a que existen las capillas de Tepotzotlán y la de San Miguel podemos determinar la tipología de estas casas-capilla. Para entender cuál era su verdadera apariencia baste imaginarse una pequeña casa con techo a dos aguas dentro de una capilla de mayores dimensiones, de cañón corrido, con una habitación adosada en la parte posterior del ábside que corresponde al camarín, con planta octogonal y con pilastras adosadas en cada ángulo de los muros que al prolongarse sobre los capiteles forman las aristas de la bóveda. Tanto la capilla como el camarín tienen su propia cúpula y una característica particular de este tipo de construcciones marianas es que la cúpula que corresponde al camarín, vista desde el exterior, aparenta una tiara papal ceñida por las tres coronas como uno de los atributos de esta devoción. De acuerdo con la tradición oral de la Congregación del Oratorio esto se debe a que la virgen jamás debe estar desprovista de su tiara, aun y cuando se le cambia el ropaje. Es decir, uno de los elementos de la iconografía de la imagen fue incorporado a la arquitectura del espacio que la albergaría (véase imagen 3).
Por lo que respecta a la decoración, para asemejarla más a la habitación de Nazaret, ambas tienen o tuvieron sillares simulados en los muros interiores. Si bien la casa-capilla de los oratorianos se terminó de construir en 1736 y desde entonces no ha sufrido mayores modificaciones estructurales, la ornamentación mural de varios de sus espacios se modificó en 1835, pues contaba con yeserías que cubrían las paredes de piso a techo. Por lo que respecta a los muros exteriores de la casa, en la actualidad se observan ocho paneles con temática veterotestamentaria y mariana, que tienen como fuente gráfica los 13 grabados que los hermanos Joseph Sebastian y Johann Baptist Klauber realizaron para ilustrar la oración Salve Regina contenida en la Letanía publicada en 1750 y comentada en latín por el jesuita Francisco Xavier Dornn, predicador de (Amaral, 2011:10-16). Los trabajos de los hermanos Klauber fueron profusamente utilizados en el ámbito novohispano, sobre todo en la segunda mitad de la centuria dieciochesca y por la Compañía de Jesús; de esta letanía en específico se conservan escasos ejemplares publicados y en bibliotecas, además, hasta el momento no conocemos otra serie que use en específico estos grabados de la oración Salve.
Imagen 3. Vista exterior de la cúpula del camarín de la virgen de Loreto, 1735, Oratorio de San Felipe Neri, San Miguel de Allende, Guanajuato. Fotografía de la autora, 2014.
Las ocho escenas de la vida de María están distribuidas a lo largo de los muros exteriores de esta casa, cuatro en cada uno (véanse imágenes 4 y 5). Este conjunto pictórico tiene un fondo verde y cada escena fue enmarcada por una moldura rosa, integrando así un colorido discurso visual que contrasta con el blanco de los muros del resto de la Santa Casa. Cada panel está circundado por elementos arquitectónicos simulados. Tanto en la parte superior como en la inferior se imitaron tableros dorados donde se colocaron inscripciones en latín que remiten a la oración de la Salve. Todas las escenas de las pinturas suceden en dos momentos, uno en el plano divino,compuesto en su mayoría por nubes y ángeles, sumado a la presencia de la virgen y Cristo; y otro terrenal, donde se colocaron escenas con temática de la Antigua Ley. El fondo lo comprenden grupos de nubes, construcciones que en su mayoría son edificios altos, blancos, techos rojos o azules y follaje. Se le ha atribuido erróneamente a Francisco Eduardo Tresguerras la autoría de estas pinturas murales (López, 2010: 135), pero aunque él trabajó para el Oratorio la fecha de remodelación de la capilla es posterior a su muerte, ocurrida en 1833. Por otro lado están las constantes incorrecciones anatómicas y de proporción en las pinturas en comparación con los dibujos que de Tresguerras se conservan (Cuadriello, 1999).
Imagen 4. Autor desconocido, Mater misericordiae, 1835. Pintura sobre muro, Santa Casa de Loreto, Oratorio de San Felipe Neri, San Miguel de Allende, Guanajuato. Fotografía de la autora, 2014.
La existencia de estas pinturas murales en San Miguel abre una nueva línea de análisis respecto a estas capillas. Queda claro que los ladrillos simulados al interior de las paredes de la casa son un intento de que el lugar se asemeje lo más a la habitación nazarena, pero ¿qué sucede con las pinturas de los muros exteriores? En la actualidad, la Casa ubicada en Loreto, Italia, se halla al interior de una construcción de mármol diseñada por Donatto Bramante y realizada bajo la dirección de Andrea Sansovino entre 1513 y 1527. Dicho revestimiento, además de resguardarla, hace las veces de un relicario decorado con esculturas y relieves que representan diversos pasajes de la vida de la virgen, como la Anunciación o la Visitación, a los que se suman personajes y temas del Antiguo Testamento tales como Moisés y el sacrificio de Isaac. Tanto la estructura arquitectónica del relicario como el programa iconográfico fueron difundidos en el Teatro Pietro Martorel i, publicado en 1732, donde se incluyeron estampas de las cuatro caras del receptáculo y sus esculturas. Este es uno de los principales medios de difusión del aspecto de la Santa Casa italiana y su iconografía (véase imagen 6).
Imagen 5. Hermanos Klauber, Mater 1700. Grabado 3 de 13, Augsburgo. Fuente:
pessca
(2019). Imagen de dominio público.
De modo que al simular los sillares al interior de la capilla sanmiguelense se trataba de imitar la primigenia habitación de la virgen, donde se dio el milagro de la Encarnación, mientras que al colocar pintura mural en el exterior se trataba de reproducir el relicario marmóreo que contiene la Santa Casa original, así las pinturas con temática mariana y veterotestamentaria valdrían como los relieves y esculturas de este receptáculo, prevaleciendo con esto la idea de revestir y contener la Santa Casa lauretana.
Otros detalles en los que hay que detenerse son los vanos de acceso del relicario marmoleo. Hay dos de cada lado y en la parte frontal hay una pequeña ventana enrejada, elementos que se conservan en Tepotzotlán y San Miguel; es decir, la similitud con la casa de Loreto no es sólo en la proporción exacta de las medidas, sino en la ornamentación del interior al integrar sillares fingidos e imitar el relicario sansovino.
La capilla de San Miguel tiene dos pasillos que desembocan en el camarín de la virgen. Este espacio contaba originalmente con seis retablos de madera dorada cuatro de los cuales han sido atribuidos al queretano Francisco Martínez (Anaya, 2003: 185-186). En la actualidad sólo se conservan cuatro. Los seis retablos originales fueron sustituidos por otros de tipo neoclásico dedicados a santa Ana, san Joaquín, María Magdalena, la virgen de la Luz, y san Juan Nepomuceno, patrono de la buena fama y del secreto de confesión (Štěpánek, 1990); y el altar de los Siete Príncipes, que quedaba justo detrás del de la virgen de Loreto, fue retirado. Por lo que respecta a la cúpula y el cupulín, en su cara interior tienen cuatro escenas del traslado de la casa de la virgen y de la creación del mundo. Como se puede apreciar la iconografía de este espacio es totalmente mariana, sea porque se encuentren miembros de su familia, porque se representen escenas de su vida o porque se le acompañe con santos devotos y defensores de su dogma inmaculista.
Imagen 6. Pietro Valerio, Reproducción de una de las caras laterales del relicario de Andrea Sansovino, 1732, grabado en papel. Fuente: Martorelli (1732). Imagen de dominio público.
A este espacio lauretano se ingresa desde el interior del Templo de San Felipe Neri, a la altura del crucero, donde se ubica la portada. Esta consta de dos pares de columnas salomónicas que enmarcan el vano de acceso sobre el cual se lee: “Esta es la casa en la qual el Hijo de Dios se hizo hombre”. Al atravesar el pórtico se aprecia la reja de la pequeña casa en cuyo interior se halla un altar neoclásico que resguarda la escultura de vestir de la virgen María, en su advocación a Loreto, con la iconografía que se especificó líneas atrás. La acompañan cuatro esculturas que representan a sus padres, santa Ana y san Joaquín, y a los mecenas de la obra: Manuel de la Canal y su esposa María de Hervás y Flores.
La escultura de bastidor llegó a San Miguel en 1749, después de las muertes del conde De la Canal y su esposa. Mide apenas un metro de alto y permanece al interior de una hornacina de cristal, con aristas de plata. Es decir, la dedicación del templo se realizó en 1735 por lo que, durante 14 años el retablo permaneció sin una imagen principal; quizás provisionalmente se empleó alguna de las pinturas con temática lauretana que se encuentran en el interior del oratorio.
De la virgen, a más del Divino Infante, únicamente llegaron de Italia las manos y la cabeza, tal y como sucedió con la de Loreto, que perteneció al Colegio de San Gregorio de la ciudad de México, y fueron imagineros novohispanos los comisionados para concluir el resto del cuerpo de la imagen.
La lauretana de San Miguel, al igual que la de los jesuitas de San Gregorio, tiene la tez banca, sobre este punto es necesario mencionar que la que se conserva en la casa de Nazaret es una virgen negra, pero para favorecer el culto en la Nueva España la primera lauretana que pertenecía al Colegio de San Gregorio se blanqueó, se le encarnó de un color blanco por considerar que en estos reinos el color denegrido era algo vil, según lo ha propuesto Luisa Elena Alcalá (2008), por lo que se ha sugerido que el conde De la Canal prefirió que su escultura se ciñera a lo ya establecido por la de los jesuitas. Sin embargo, no se puede olvidar que ya en el Oratorio existía la devoción a un Cristo negro, el del santo Ecce que era promovido por la cofradía de mulatos. Quizá ante una posible pugna entre imágenes con este tono de piel, el conde prefirió mantener a la lauretana ajena a los conflictos existentes entre los felipenses y los cofrades. A este planteamiento se le puede sumar que dicha característica únicamente la prefirió para la escultura de la capilla, ya que en el ámbito de lo privado y consciente de lo que la fidelidad de una imagen constituía, poseía su pintura tocada del original “[…] de tres cuartas, poco más o menos, pintada en tafetán de medio cuerpo, [de] color moreno, campo azul con estrellas y su rótulo en contorno que dice Beatísima Virgini Maria (Malo, 1962), que se asemejaba más a la que actualmente está en Italia. No hay que olvidar que la primera imagen de la lauretana era “[…] un’icona bizantina, […] una pittura, tanto dolce e bella. Bello è il volto e un poco nero con color rosso […]” (Santarelli, 1999: 35). Sin embargo, a principio del siglo xiv la pintura fue sustituida por una escultura que se quemó en 1921, y fue remplazada por una de cedro negro.
Finalmente, y para apoyar la devoción a la lauretana, el 7 de junio de 1737, un año después de terminada su capilla, se le nombró patrona de la villa, privilegio que mantuvo hasta 1763 cuando san José la sustituyó como patrono contra los rayos y las tempestades (López, 2010).
La última capilla edificada en el Bajío durante el siglo xviii se localiza al interior del Santuario de Jesús Nazareno en Atotonilco, población situada a unas millas de San Miguel. Fue construida en 1757 a expensas del hijo del conde De la Canal, José María Loreto de la Canal, junto con el felipense Luis Felipe Neri de Alfaro. La fachada principal de la capilla se localiza en la nave del templo, en su primer tramo, y se distingue del resto de los espacios por su pintura mural que simula una casa de ladrillos, con techo a dos aguas, donde se colocó la escena de la Anunciación. Vista desde el frente se percibe una reja desde donde se observa el interior de la Santa Casa, además del retablo decimonónico que ostenta una escultura de la lauretana de la misma época y con la iconografía ya tradicional de esta advocación (véase imagen 7). A este espacio se ingresa a través de la capilla contigua, dedicada a la virgen de la Soledad, que en la actualidad está en desuso. Tiene dos vanos de acceso, uno que corresponde a la habitación lauretana y otro que comunica al camarín, es decir se ingresa por un costado de la capilla y no por el frente. En la parte posterior se halla un camarín ornamentado con pintura mural que reproduce tanto el traslado de la casa de la virgen, como representaciones pictóricas de la letanía lauretana. Las pinturas originales fueron realizadas por Antonio Martínez Pocasangre, autor de la mayoría de las escenas del Santuario de Atotonilco, sin embargo, el camarín ha pasado por varios repintes, el más importante lo realizó José María Barajas en 1812 (De Santiago, 2007). Al parecer reelaboró todas las escenas, pero mantuvo el discurso mariano y lauretano al utilizar como inspiración los grabados de Thomas Scheffler, creados en 1732 para la Elogia Mariana (Engelbrecht y Scheffler, 1732). Al igual que en la capilla de San Miguel, el camarín está coro—nado por una cúpula en forma de tiara papal, por lo que puede considerarse parte de esta tipología de casa-capilla si no en su estructura, sí en su intención.
Imagen 7. Fachada principal de la Capilla de la Virgen de Loreto, Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, Guanajuato. Fuente: Fotografía Erika González León, 2015.
La importancia del Santuario de Atotonilco se debe, en suma,a que es reconocido como un lugar donde se practican los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Fue concebido por el padre Alfaro a manera de una ermita de recogimiento e introspección, dado que meditar acerca del milagro de la Encarnación de Dios era determinante para su discurso litúrgico, y la capilla lauretana era el vehículo para esa reflexión espiritual. Además, para la familia De la Canal ser partícipes en el mecenazgo de una tercera capilla los colocaba en un estatus social privilegiado, pues no olvidemos que para ellos la devoción por la virgen de Loreto “rebasaba la mera piedad y constituía una seña de identidad y prestigio social […]” (Alcalá, 2008: 72), tanto que las casas que habitaron en San Miguel ostentan sobre el portón un nicho donde se colocó una talla de la lauretana. La más conocida de estas esculturas es la que se encuentra en la casa del mayorazgo, en la que aparece la virgen sobre la casa de Nazaret, flanqueada por los escudos nobiliarios de la familia.
Por lo que respecta al conde, su devoción inició cuando se acogió a ella para lograr el alivio de una enfermedad y milagrosamente recuperó la salud. Desde entonces “hizo donación perpetua de su persona, de su familia y de sus En 1737 instauró el mayorazgo sobre su caudal donde puntualizó que el primogénito varón, es decir el heredero del mayorazgo, llevara por nombre “María Loreto”. Este mandato se cumplió por varias generaciones, hasta el nacimiento de su tataranieto, Lorenzo María Loreto de la Canal y de la Canal quien también fue el último en ostentar el título de conde de la Canal, caballero del Hábito de Calatrava, alférez real de la Villa de San Miguel el Grande hasta el día de su muerte, en 1847.
Desafortunadamente, en la actualidad, esta capilla ha caído en desuso para el culto mariano y se utiliza como baptisterio, por lo que ha quedado desarticulada de su intención original, esto es, dejar testimonio de la devoción de la familia De la Canal por la virgen de Loreto, gracias al apoyo recibido por la Congregación del Oratorio, todo para que el culto se divulgara a una mayor cantidad de fieles.
Consideraciones finales
Este breve recorrido por las capillas lauretanas establecidas en el Bajío durante el siglo xviii abre varias directrices de reflexión. Una es sobre la necesidad y conveniencia de realizar este tipo de indagaciones en las relaciones de los personajes vinculados a las fundaciones de templos, ya que esta información sirve para establecer afinidades y cercanías entre personajes y creencias. En este caso, la estrecha relación entre el padre Juan Antonio Pérez de Espinosa y Juan Caballero y Ocio abrió una brecha para entender uno de los posibles orígenes del interés de los oratorianos por la virgen de Loreto, lo que permitió el establecimiento de tres capillas en la zona abajeña.
Lo anterior permite ampliar el estudio de las devociones y los caminos que recorrían para su divulgación. Si bien, esta advocación está íntimamente relacionada con la Compañía de Jesús no se pueden omitir las contribuciones de otras asociaciones religiosas en la circulación de esta devoción. Es preciso destacar la trascendencia del Camino de Tierra Adentro o el Camino de la Plata en la fundación de estas capillas, pues los lugares aquí mencionados, Tepotzotlán, San Miguel de Allende y Querétaro, formaban parte de este trayecto de avanzada para la evangelización y el aprovechamiento de las minas de plata del norte del virreinato novohispano. Esta ruta que tenía fines económicos y religiosos permitió el tránsito de productos, devociones, arte y personas, lo que ayudó a fortalecer y potenciar a otros centros urbanos distantes de la ciudad de México. Este tipo de investigaciones nos permiten alejarnos del estereotipo centralista novohispano y mirar hacia otras regiones. Además, nos ayudan a entender la configuración de otros centros artísticos, religiosos y políticos que tienen una historia propia e independiente de lo que sucedía en la capital del virreinato.
Finalmente, hay que entender que los espacios de devoción son el resultado de la confluencia de muchas historias y personajes. Así, las capillas sanmiguelense y la de Atotonilco son el resultado del interés y la religiosidad de la familia De la Canal quienes aportaron el dinero necesario para su construcción, pero también de los felipenses que brindaron apoyo total al proyecto e hicieron lo propio en el ámbito espiritual.
Fuentes consultadas
Documentos de archivo
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agno | Archivo General de Notarías Testamento hecho para dicho don Juan Cabal ero y Notario 200, José Diez. Hortuño (1704-1706), libro 1348, fs. 89-103. |
ahcm | Archivo Histórico Casa Morelos Santuarios, Nuestra Señora de Loreto, Siglo xviii , c. 334, exp. 1. Información matrimonial y negocios diversos, 1734, legajo 128. |
acosma | Archivo de la Congregación del Oratorio de San Miguel de Allende Traslado de la carta enviada al Cabildo con fecha de 2 de febrero de de Fundación de la Santa Casa de fechado el 17 de febrero de 1734. Un siglo de Oratorio en la villa de San Miguel, San Miguel de Al ende (1945), 47 pp. Valderas Doroteo, Memoria de los impresos que anuncian las solemnidades de la celebración del término de la material fábrica de la Santa Casa de San Miguel de Al ende anexa al documento fechado el 28 de agosto de 1735, 40 fs. |
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Notas
* Universidad Nacional Autónoma de México.
¹ Sobre la historia de la traslación de la Casa de Nazaret se puede revisar: Turselino (1603) , Historia lauretana en que se cuentan las translaciones, milagros y sucesos de la Santa Casa de Nuestra Señora de Juan de Burgos (1671 Discursos historiales panegíricos de las glorias de la serenísima Reyna de los Ángeles en su sagrada casa de Loreto; y Francisco de Florencia (1689), La casa peregrina de nuestra Señora de Loreto.
² Esta hipótesis e información me fueron proporcionadas por Clara Bargellini Cioni del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien prepara un escrito al respecto titulado: Presence and Absence: The Holy House of Loreto in Spanish a publicarse por la University of Victoria, Canadá.
³ La iglesia de San Gregorio fue, presuntamente, la primera de esta tipología. En 1715 se le integró el camarín y durante las epidemias de 1737 y 1738 se reformó la capilla. Se tiene el conocimiento en total de cinco construcciones lauretanas modificadas o fundadas durante el siglo
xviii
: la del Colegio de San Gregorio, la del Colegio de San Francisco Xavier en Tepotzotlán, la del Convento de San Francisco en Querétaro, la de San Miguel de Allende y la del Santuario de Atotonilco; es decir, dos de adición jesuita, una franciscana y otras dos administradas por el clero secular a través del mecenazgo de un particular.
⁴ Juan Caballero y Ocio nació en la ciudad de Querétaro en 1644, realizó sus estudios religiosos en el colegio jesuita de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México. Gracias a la gran fortuna familiar, producto de la ganadería principalmente, Caballero y Ocio sufragó la construcción de algunos templos en su ciudad natal. Murió el 11 de abril de 1707 (Rincón, 2013; Montoya, 2010 y Biografía del muy reverendo Padre doctor don Juan Antonio Pérez de Espinosa. Fundador de la Congregación del Oratorio de Nuestro Santo Padre Felipe Neri, en la Villa de San Miguel el 1942, México, Imprenta Barrie).
⁵ Archivo Histórico Nacional (en adelante,
ahn
), Diversos-colecciones, 27 n. 66. f. 2v. Documento transcrito en Rincón (2013: 165-170).
⁶
ahn
, Diversos-colecciones, 27 n. 66. f. 3.
⁷
ahn
, Diversos-colecciones, 27 n. 66. f. 2a.
⁸ Archivo General de Notarías (en adelante, agno), Testamento hecho para dicho don Juan Cabal ero y notario 200, José Diez Hortuño (1704-1706), libro 1348, fs. 89-103. Debemos puntualizar que el Oratorio de San Felipe Neri es una congregación de religiosos seculares que viven en comunidad, mantienen los mismos votos que cuando se ordenaron y sus miembros pueden pertenecer a otras asociaciones religiosos, incluso tienen la libertad de separarse del instituto felipense cuando lo deseen.
⁹ Juan Antonio Pérez de Espinosa nació el 6 de septiembre de 1676 en el Valle de Temascaltepec donde su familia poseía haciendas. Fue hijo de Isidro Pérez de Espinosa y Gertrudis de Miraelrío y Tovar. Desde muy joven se trasladó a Querétaro donde fue educado a expensas de Juan Caballero y Ocio . U na vez ordenado como sacerdote, Caballero y Ocio le pide que sea su administrador de bienes y obras de caridad, sin embargo , Pérez de Espinosa rechazó la oferta, pues tenía la intención de unirse a las campa-ñas misioneras en tierras de infieles junto con el padre Antonio Margil. Tras fundar el Oratorio de San Felipe Neri de San Miguel el Grande, se traslada a España y Roma para conseguir la aprobación pontificia y regia, labor que le tomará más de 11 años. Pérez de Espinosa falleció el 21 de septiembre de 1747 sin haber podido regresar a la Nueva España ( Biografía del muy reverendo Padre doctor don Juan Antonio Pérez de Espinosa, op. cit. ).
¹⁰ Archivo de la Congregación del Oratorio de San Miguel de Allende (en adelante, acosma), Traslado de la carta enviada al Cabildo con fecha de 2 de febrero de 1712. Un siglo de Oratorio, 1945, p. 2.
¹¹ En 1731 Manuel Tomás de la Canal solicitó que se le invistiera como caballero de la Orden de Calatrava. Para comprobar su pureza de sangre le fue exigida una genealogía, expediente del cual se extraen los siguientes datos: era natural de la ciudad de México; su padre, Domingo de la Canal, era originario de Liébana, en las montañas de Burgos y también pertenecía a la Orden de Calatrava. La familia de su madre era originaria de Sevilla y algunos de sus integrantes eran miembros de la Orden de Santiago. Por estos antecedentes la pureza de sangre le fue comprobada y se le concedió el título de caballero de Calatrava. Archivo Histórico Nacional de Madrid (en adelante,
ahnm
), OM-Expedientillos, N.11960, fs. 1-2.
¹² Originaria de la ciudad de Guanajuato fue bautizada el 25 de mayo de 1710, hija del minero, regidor y alcalde mayor Juan de Hervás natural del Valle de Jadreque en Guadalajara, España. Su madre, María Eugenia Flores de Liñan, era también originaria de Guanajuato. Contrajo nupcias el 5 de octubre de 1731 con Manuel de la Canal en el Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato ante el notario Manuel Romualdo de Vargas (Lámbarri, 1986: 31).
¹³ Documento titulado Escritura de Fundación de la Santa Casa de f. 3, fechado el 17 de febrero de 1734, acosma. Además, se puede confrontar esta información en el Archivo Histórico Casa Morelos (en adelante,
ahcm
), Santuarios, Nuestra Señora de Loreto, Siglo
xviii
, c. 334, exp. 1; y, en el mismo acervo, Información matrimonial y negocios diversos, 1734, legajo 128.
¹⁴
ahcm
, Información Matrimonial y negocios diversos, 1734, legajo 128.
¹⁵ Escritura de Fundación, f. 12.
¹⁶ La letanía es una serie de invocaciones hacia María, que en su mayoría son títulos de honor a la dignidad de la virgen. Estas invocaciones son denominadas lauretanas porque fue en el Santuario de Loreto donde se rezaron por primera vez. En los siglos
xv
y
xvi
las letanías marianas empezaron a multiplicarse. Por el año 1500 fue creada una serie de letanías en el Santuario de Loreto justo para el lugar. Hacia 1575 surgieron unas nuevas letanías lauretanas conocidas como “modernas”, con alabanzas puramente bíblicas; se hicieron tan populares que las primeras versiones pasaron a segundo plano. Sixto V las aprobó en 1587, incluso les dio indulgencias.
¹⁷ Los grabados de los hermanos Klauber fueron incluidos en la versión de 1750 de la letanía lauretana con textos de Franz Xavier Dornn. De la oración Salve Regina se tomaron los siguientes fragmentos que destacamos en negrillas:
Salve, Regina, Mater
vita dulcedo, et spes salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae,
ad te suspiramus, gementes et flentes,
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata illos tuos
misericordes oculos ad nos
et lesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
¹⁸ En San Miguel el Grande se le atribuyen al arquitecto Martínez Gudiño la casa de los condes De la Canal y el Convento de la Concepción, fundado por Lina de la Canal, hija del famoso conde (Chanfón, 2001: 266).
¹⁹
ahn
m, OM-Expedientillos, Estado-Carlos III, N.1059. f. 115 v.
²⁰ Doroteo Valderas, Memoria de los impresos que anuncian las solemnidades de la celebración del término de la material fábrica de la Santa Casa de San Miguel de Al ende anexa al oratorio, acosma, documento fechado el 28 de agosto de 1735, f.1.