Los rosarios del padre José de Lezamis (1684-1750), cura del Sagrario de México

Orígenes y expresiones de la religiosidad en México: Cultos cristológicos, veneraciones marianas y heterodoxia devocional


Los rosarios del padre José de Lezamis (1684-1750), cura del Sagrario de México

 

Rocío Silva

 

La Santa Iglesia está adornada en la variedad, la cual conduce también para evitar el tedio.

 

Juan José de Eguiara y

 

Introducción

 

Actualmente en México se reza el rosario especialmente para los novenarios de difuntos, aunque también se usa a manera de novena devocional en momentos de necesidad extrema a algún santo, advocación mariana, incluso a un misterio cristológico. Con el fin de realizar estas actividades devocionales se ofrece en el mercado religioso gran variedad de novenas. En este artículo se presenta un librito pío impreso a fines del siglo xvii por el clérigo José de Lezamis, cura del sagrario de la catedral de México, y denunciado ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en 1749. El escrito del padre José contiene una serie de indicaciones para rezarle rosarios a la virgen, a san José, san Miguel Arcángel y a san Francisco Javier.

    A partir del hibridismo cultural, como propone Peter Burke (2010), y desde una perspectiva histórico-teológica se representa la interacción de los creyentes de la Iglesia militante con los de la Iglesia triunfante —promovida en las oraciones que contiene esta publicación de De Lezamis— como un lugar de intercambio entre diversas formas devocionales a fin de destacar aspectos del ideal de vida de los católicos novohispanos entre finales del siglo xvii y la primera mitad del así como la significación histórica del fascículo al momento de su impresión y denuncia, y su apropiación popular a pesar de que la tradición dominica pretendió mantener puro el rezo del rosario a la virgen.

    La obra del padre José ha sido tratada por Krutitskaya (2014b: 197-211) desde una óptica literaria y estima como muy peculiar su composición en verso. Especialmente, este autor hizo notar que las plegarias a san Francisco Javier se dicen hoy en día de la misma forma que en algunas regiones de Aragón y Murcia. Al parecer estos versos surgieron a partir de los contenidos en el auto sacramental La devoción del rosario, escrito por Lope de Vega, y fueron impresos a principios del siglo

    El cuerpo de esta investigación contiene un primer apartado dedicado a ofrecer el contenido de los rosarios, en la segunda sección se presenta la denuncia ante la Inquisición de México, en la tercera parte se destacan algunas cuestiones teológicas respecto a la representación de la Comunión de los Santos a fin de puntualizar el ideal de vida de los creyentes, promovido por el padre José, y finalmente se dan algunas conclusiones. Dado que este no es un trabajo paleográfico profesional, en la transcripción de los textos originales se han desatado las abreviaturas y se modernizó la ortografía.

 

Modo de rezar los rosarios de Nuestra Señora, de san José, de SanMiguel y de san Francisco Javier

 

José de Lezamis era natural de la Villa de Durango en el señorío de Vizcaya y se crió en Galicia desde los 10 años, en casa del cardenal Munibe (De Lezamis, 1699). Obtuvo los grados de bachiller en Filosofía y Teología en la Universidad de Santiago de A los 23 años fue traído a la Nueva España por don Francisco de Aguiar y Seijas —quien había sido elegido obispo de Michoacán— como uno de los seis criados de su Pasó de Michoacán a la ciudad de México al lado de don Francisco, que fue promovido a la mitra arzobispal (De Lezamis, 1699); obtuvo uno de los cuatro curatos del Sagrario Metropolitano en 1682 (Robles, 1946) y lo conservó hasta su muerte, acaecida el 23 de junio de 1708 (Orozco y Berra, 1856).

    Hacia 1684 De Lezamis imprimió en la ciudad de México un ejemplar en octavo (7 cm aproximadamente), sin cubierta y de 24 páginas para propagar las devociones a la virgen María, a su esposo san José, al arcángel san Miguel y a san Francisco Javier. El tamaño de la obra permitía su fácil transportación y uso cuando la piedad de los fieles así lo requiriera, tal como algunas de las novenas actuales que se pueden encontrar en las librerías católicas. El pequeño volumen señalaba en su portada que el fiel orante encontraría en su interior la forma en que se habían de decir los rosarios anunciados. También se advierte que el autor, además de ser cura del Sagrario Metropolitano de México era el confesor del arzobispo de México de aquel entonces, Francisco de Aguiar.

 

El rosario a la virgen

 

En la primera página el padre José introdujo las indicaciones para hacer la plegaria. Primero, la gente debía estar reunida en la iglesia o en casa; luego, un sacerdote o cualquier otra persona comenzaba por signarse; finalmente, se decía el “Acto de contrición”. Es importante destacar cómo la propuesta de oración del padre José fomentaba el rezo comunitario lo cual, desde una perspectiva teológica, permite expresar de forma vital la realidad colectiva del cuerpo eclesial y en el aspecto social refleja la organización corporativa novohispana.

    En la segunda página inicia el rezo del rosario a santa María. El orden de los misterios es el que comúnmente se seguía en la catolicidad de aquella época: gozosos para los lunes y jueves; dolorosos, en martes y viernes; gloriosos para miércoles, sábado y domingo. De Lezamis advertía que los misterios se podían cantar o rezar tanto al final como al principio del rosario, incluso al final de cada decenario.

    Al inicio de cada uno de los 15 misterios se decía a coros esta jaculatoria: “Virgen Divino Sagrario vuestros gozos cantaremos, y en ellos contemplaremos / los Misterios del Rosario”; y al término se hacía esta invocación: “Virgen soberano erario / Rosa y Estrella del día conservad Señora devotos del Rosario”. Estas pequeñas frases de tipo mnemotécnico fueron fundamentales para la conservación de la fe cristiana en una cultura de tradición oral y auditiva como la cristiana. Hay un conjunto de preces que acompañan al rosario. Lo primero por lo que se pide es por los príncipes cristianos y por las autoridades que gobiernan; luego para que la herejía sea desterrada, por el aumento de la fe católica y para que los pecadores hagan penitencia, así como por el descanso de los que están en el purgatorio. Posteriormente se vuelve a los gobernantes y se pide específicamente por su católico rey para que tenga acierto en su gobierno. También se solicita que la virgen se acuerde de los que rezan su rosario con el objeto de ser librados de todo peligro, de recibir la gracia para servirla y recibir su auxilio al momento de la muerte. Las súplicas finalizan rogando por la conservación de los frutos de la tierra y el mar. Como se puede observar, las preocupaciones de los fervorosos suplicantes recaen sobre las realidades temporales tanto en lo civil como en lo religioso, lo moral y lo económico, así como en el estado postrero de la vida.

 

El rosario a san José

 

En la novena página comienza el rezo a san José. De Lezamis inicia esta sección con un argumento de autoridad al citar a santa Teresa de Jesús quien había recomendado la devoción al glorioso patriarca. Seguido de esto describió las virtudes del santo dentro del seno de la Sagrada Familia. Se cierra esta presentación del padre adoptivo de Jesús con la alusión a otras figuras de autoridad, tales como santa Gertrudis quien experimentó revelaciones sobre la poderosa intercesión del esposo de la virgen y al Tratado de la devoción de San José del padre jesuita Francisco García. La oración preparatoria es la siguiente: “Venid almas alabemos al Verbo de Dios humano, pues a José Soberano le puso en tales extremos. Hoy José los pecadores con afectos amorosos solemnizan vuestros gozos, / y sienten vuestros dolores./ Gozo y dolor sean seguro/ de alcanzar del Hijo amado un dolor de lo pasado, y un gozo de lo

    Siguen siete misterios, a los que se les da el nombre de gozos en donde cada uno de ellos está acompañado también de un dolor. El primer gozo alude a la revelación divina que le anunció a José el estado de preñez de María, pero antes de esto había sentido gran dolor de ver encinta a su prometida. El segundo gozo fue cuando contempló a los pastores y ángeles celebrando el nacimiento del Niño Jesús, que por haber llegado a este mundo tan necesitado y pobre le produjo gran dolor. El tercer gozo es el santo Nombre de Jesús al que acompañó el asombro por la sangre que ofreció su hijo adoptivo al momento de ser circuncidado. El cuarto gozo sucedió también en el Templo de Jerusalén cuando la Sagrada Familia se encontró al anciano Simeón, y José sintió dolor de pensar que el Señor moriría en la cruz, pero se llenó de gozo al saber que era el Redentor de toda la humanidad.

    En el quinto gozo se presenta la figura del padre adoptivo de Jesús, dolido por la persecución de Herodes; pero cuando los tres migrantes entraron a Egipto José contempló cómo los ídolos cayeron y así derribados proclamaron la victoria de Jesucristo. El sexto gozo fue volver a Nazareth con María y el Niño, aunque Arquelao había heredado el rencor de Herodes hacia Jesús. Cuando subieron a Jerusalén y perdieron al joven nazareno José lloró por su ausencia y por ver a María afligida; el último gozo le vino cuando encontró a la Eterna Sabiduría entre los doctores. Al final de cada gozo/dolor se decían dos oraciones:

 

Oh José Divino Esposo, pues cantamos vuestra gloria recibid esta memoria /de nuestro amor obsequioso. / Por los gozos, y dolores, pide esta junta reunida, que vos, y vuestra querida seáis nuestros intercesores. Gozo y dolor sean seguro / de alcanzar del hijo amado un dolor de lo pasado, y un gozo de lo

 

Rogámoste Señor que seamos ayudados con los méritos de San José Esposo de su Santísima Madre, para que lo que nuestras fuerzas no pueden alcanzar lo alcancemos por su intercesión, y ruego, que vives, y reinas por todos los siglos de los siglos.

 

Y se rezaban siete padrenuestros, siete avemarías y siete glorias al Padre. El septenario de estas tres plegarias era en honor de cada uno de los siete dolores y siete gozos. De Lezamis afirmaba que esta forma de orar se la había enseñado el propio patriarca a algunos devotos suyos. Aquí aparece de nuevo un argumento de autoridad cimentado en el propio san José. El confesor del arzobispo propuso una segunda forma para hacer este rezo, la cual consistía en suplir el padrenuestro por esta oración: “Santísimo José, bendito sea el Señor que te escogió por padre estimativo suyo. Y te dio a su Madre por verdadera esposa tuya. Amén. Jesús, María y José” y reemplazar las avemarías diciendo: “Dios te salve José varón por excelencia justo Esposo de la Virgen María, Madre de Jesús, Santísimo José, padre Estimativo de Jesucristo ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Jesús, María y José”; los glorias al Padre se mantenían.

 

El rosario a san Miguel

 

El rosario a san Miguel se inicia con unas líneas en las que se recomienda especial devoción y veneración al arcángel por sus excelencias y por los muchos beneficios para los seres humanos, pues está por encima de todos los ángeles y contiene todas sus perfecciones. Él recibe directamente las órdenes de Dios y las comunica al resto de la turba angélica. De Lezamis lo llama Príncipe de la Milicia del Cielo, Capitán General de los Ejércitos de Dios, Encarcelador de Lucifer, el que peleará contra el Anticristo al final de los tiempos. También le da los títulos de predicador, apóstol y ángel de la guarda de todos los ángeles, protector y defensor de la Iglesia católica. Termina diciendo que él es quien señala al ángel de la guarda de cada persona y el que hace el juicio particular, por ello se le representa pesando a las almas.

    Los misterios de este rosario a san Miguel Arcángel son cinco. El primero recuerda que la paz en la gloria eterna se le debe a él. En el segundo se le llama protector de la Iglesia militante, a quien se le pide morir en gracia de Dios. El tercero menciona que los serafines lo veneran como superior y lo asisten los querubines, por ello se le suplica que sus devotos también puedan asistirlo. El cuarto misterio indica que Dios ha colocado en él todo lo que Lucifer perdió; el quinto proclama que las supremas jerarquías lo asisten para amparar a los fieles “cuando es fuerza atribularnos las postreras agonías”.

    Al final de cada uno de los misterios se decía esta jaculatoria: “Para que a ti te debamos / gozar de Dios en el cielo”. Y antes de iniciar con ellos se pro-clamaba: “Defienda Miguel tu celo los que en batalla estamos para que a ti te debamos gozar de Dios en el cielo”; y “Excelso arcángel Miguel a quien por triunfo glorioso está a los pies temeroso el arrogante Luzbel recibe de nuestro celo lo que devotos rezamos”.

    Don José también sugirió otra forma de llevar a cabo esta devoción en la que se podía rezar en lugar del padrenuestro lo siguiente: “Hacémoste gracias Omnipotente Dios por todos los dones, gracias, y prerrogativas que concediste al bienaventurado San Miguel Arcángel”; y para suplir el avemaría: “San Miguel Arcángel Príncipe de la Milicia Celestial defiéndenos en la pelea para que no perezcamos en el tremendo juicio de Dios. Amén”. Este ejercicio finalizaba así:

 

Ruega por nosotros beatísimo San Miguel Príncipe de la Milicia del Cielo, para que seamos dignos de las promesas de Cristo. Oración. Todopoderoso, y sempiterno Dios, que por tu grande Clemencia, para la salud humana dispusiste al Glorioso San Miguel Arcángel maravillosamente por Príncipe de la Iglesia; concédenos que por su ayuda saludable merezcamos aquí ser defendidos de todos los enemigos, y en la hora de la muerte libres, y salvos seamos presentados ante tu Divina, y Soberana Majestad, por Jesucristo Nuestro Señor.

 

El rosario a Francisco Javier

 

En lo concerniente al santo jesuita el padre José presentó al personaje, como lo había hecho con el arcángel Miguel. Del jesuita manifestó su gran santidad y lo mucho que sirvió a Dios convirtiendo a tantas personas con su trabajo misionero. De manera especial es abogado de los navegantes, por eso se le ha nombrado Príncipe del Mar.

    Además de presentar a Francisco Javier, De Lezamis explicaba con gran precisión las fechas en las que era pertinente rezarle. Se podía disponer esta oración desde el 4 hasta el 12 de marzo, día de su canonización que ocurrió en 1622 (Arcelus y Ruiz, 2006: 20), o bien, durante 10 viernes en memoria de cada uno de los 10 años en los que pasó “inmemorables trabajos” en sus misiones de Oriente. También recomendaba a los devotos regalarle al santo alguna confesión, comunión, ayuno o rosario; en este último caso, se debía iniciar el viernes antes o después de San Antonio hasta el viernes después de San Lorenzo, de modo que se terminara el 17 de agosto, día de la traslación de su cuerpo de la isla de Sancián, donde murió, a la ciudad de Goa (Arcelus y Ruiz, 2006: 20). Termina diciendo el padre José que todas y cada una de estas acciones le agradaban mucho a san Francisco Javier porque le había hecho grandes favores a quienes las ejercitaron.

    Don José añadió otra alternativa para honrar al apóstol de las Indias Orientales: rezar un rosario ordinario de padrenuestros y avemarías, diciendo en lugar de los otros ofrecimientos dos de los propios a San Francisco en cada misterio o 10 padrenuestros y 10 avemarías con su respectivo gloria al Padre.

    Dado que el jesuita navarro pasó una década como misionero, sus gozos son 10, uno por cada año al servicio de Dios. Estos son: primero, su gran caridad en las 30 000 leguas de viaje durante las misiones; el segundo, el don de lenguas que recibió para desempeñarse como nuncio del papa y convertir a reyes indios y japoneses; el tercero, el poder que le fue concedido sobre la naturaleza —dice De Lezamis que incluso llegó a detener el sol con sus oraciones—. El cuarto gozo, su don de bilocación. El quinto, el milagro de un Cristo sangrante a causa de sus trabajos por haber bautizado a millones. Este portentoso signo cristifica a Francisco, porque así como la redención de Cristo se hizo efectiva en el Calvario, esta se actualizó en las misiones del jesuita cuyas fatigas ya habían sido asumidas y redimidas por el Señor en su crucifixión. El sexto es porque se equipara a san Pablo debido al número de convertidos por su causa. El séptimo hace memoria de cómo se salvó aun cuando su cuerpo quedó enterrado en viva cal. El octavo habla de los 70 resucitados que por su medio recibieron de nuevo la vida de Dios. El noveno es para recordar que los devotos que en ese momento hacen la novena le han encargado algunos favores. El décimo y último gozo lo presenta como patrón de mil pueblos.

    La oración introductoria era: “Pues a Jesús vuestro celo le rindió tantas naciones dad a nuestros corazones / apóstol Xavier consuelo”; la invocación entre cada gozo: ¡dad a nuestros corazones, Apóstol Xavier, consuelo”. Y la oración final:

 

Glorioso Padre San Francisco Xavier, que de la boca de los niños inocentes sacáis vuestras alabanzas por la preciosísima sangre de Jesús, y por la Inmaculada Concepción de María Madre de Dios, Señora Nuestra, imploro humildemente vuestra benignísima caridad para que alcancéis de la bondad infinita de Dios, que cuando llegue la hora de mi muerte, consiga por vuestra intercesión acabar en paz, y en gracia de Dios con un ardentísimo amor suyo, y mientras la Divina Providencia me quiere conservar la vida, ruégote protector mío amantísimo que me alcancéis de la Divina Majestad, que viva como quien ha de morir, y como quisiera haber vivido en la hora de la muerte imitando vuestras virtudes, y cumpliendo perfectamente su santísima voluntad, para que la muerte temporal sea puerta de la vida eterna.

 

Denuncia ante la Inquisición

 

El pequeño devocionario que el padre José de Lezamis entregó a la imprenta en 1684 fue incluido en 1749 dentro de un listado de 11 rosarios denunciados como “intrusos”, es decir, contrarios al rosario verdadero, por un fraile dominico llamado José de Cabezas ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México. La alarma de aquel miembro de la Orden de Predicadores era aún mayor porque los rosarios advenedizos estaban ya muy arraigados en la población y eran promovidos desde la misma catedral de México.

    Esta acusación de la obra de De Lezamis a mediados del siglo xviii se inscribió dentro de una polémica mayor que se había gestado desde 1655, cuando Felipe IV pidió a los obispos y curas párrocos animar la devoción del rosario entre los fieles por ser de gran utilidad para sus católicos reinos (Krutitskaya, 2014b: 203). A partir de aquel entonces comenzaron a surgir los rosarios que variaban en forma y contenido del resguardado por los dominicos (Krutitskaya, 2014b: 203).

    En efecto, tradicionalmente en la Iglesia católica se atribuye a santo Domingo de Guzmán el inicio del rezo del rosario, a principios del siglo xiii (Krutitskaya, 2014a: 220). Esta concesión se arraigó profundamente a fines del siglo xvi luego del Concilio de Trento (1545-1563) y la Batalla de Lepanto (1571), en el tiempo en que el rezo del rosario se izó como la plegaria católica reformista, y dogmática por antonomasia (Krutitskaya, 2014a: 217), alentada por el papa Pío V, miembro de la Orden de Predicadores, fundada por santo Domingo cuyas decisiones facilitaron el monopolio de todo lo concerniente al rosario por parte de los dominicos (Krutitskaya, 2014a: 223).

    En 1680, en la Nueva España, el padre maestro fray Francisco Sánchez, vicario del Hospicio de San Jacinto, había hecho la denuncia de un rosario a santa Ana, otro a san José y un libro sobre los cuatro rosarios a san José, santa Ana y san Francisco Javier. El calificador, Isidro Sariñana, no resolvió prohibir la impresión de nuevos rosarios pero sí recoger aquellos que ya estaban en circulación y que sustituían con otras plegarias las oraciones del padrenuestro, el avemaría y el gloria al Padre.

    Es de hacer notar cómo el padre José de Lezamis imprimió su obra cuatro años después de la resolución de Sariñana, siendo que en su librito sí proponía la sustitución del padrenuestro y el avemaría por unas jaculatorias en el rosario de san José y en el de san Miguel Arcángel como ya ha sido expuesto. Nuestra hipótesis es que, gracias a que había sido el confesor de larzobispo de México, De Lezamis pudo hacer la impresión.

    Los pareceres de los revisores del Santo Oficio, en 1750, fueron favorables a la obra de De Lezamis y no prohibieron su circulación pero precisaron que sólo contenía un rosario, estrictamente hablando: el de la virgen María. Los otros tres rosarios eran más bien oraciones devocionales a san José, san Miguel y san Francisco Javier. En este sentido, Juan José de Eguiara y Eguren, uno de los calificadores de los rosarios denunciados, afirmó que la esencia del rosario era la contemplación de los misterios, a lo cual se le podían añadir accidentes; y recordó que cuando santo Domingo fundó el Rosario no se decía el gloria al Padre, pues este fue añadido hasta el gobierno del maestro de la orden, fray Jerónimo Xavierre, a principios del siglo El padre Eguiara expresó que aquellos cuatro siglos sin decir el gloria Patri no hicieron del rosario una plegaria ilegítima, y terminó proclamando que “la Santa Iglesia está adornada en la variedad, la cual conduce también para evitar el

 

La representación de la comunión de los santos en el devocionario del padre De Lezamis

 

La comunión de los santos forma parte de los artículos de la fe cristiana asentados en el llamado Credo de los Apóstoles según la antigua forma romana: “Creo en Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados”, etc. En el Concilio de Trento (2017) se recuperó la antigua tradición cristiana de la invocación e intercesión de los santos en la dinámica eclesial entre la llamada Iglesia militante —que está formada por los bautizados que caminan en la historia—, la Iglesia purgante —constituida por las almas que se purifican luego de esta vida para poder acceder a la eternidad con el Señor— y la Iglesia triunfante —integrada por aquellos que reinan junto con Cristo y ruegan a Dios por los seres humanos.

    El tridentino también evocó la bondad y utilidad de recurrir a la mediación de los santos, suplicarles con humildad sus oraciones y auxilio para alcanzar de Dios aquello que es bueno por medio de Jesucristo. En la obrita pía de De Lezamis el orden mismo en el que se presentan los miembros de la Iglesia triunfante les indica a los fieles la jerarquía de quienes habitan en el cielo como sus intermediarios ante Dios: 1° la virgen, 2° san José, 3° el arcángel Miguel y 4° san Francisco Javier.

    Los títulos más citados para María en el rosario del padre José son los de “Virgen, Divino Sagrario” y “Santo Relicario”, los cuales aluden por un lado al dogma de la maternidad divina, y por otro a la presencia real y verdadera de Jesucristo en la eucaristía reservado en el tabernáculo. Resulta curioso que no se enfatice tanto su condición de intercesora a través de calificativos como sí sucede en el caso de san José quien, además, es presentado como esposo verdadero de la madre de Dios y varón de dolores. Si bien no se leen denominaciones a María como intercesora, sí se sobreentiende esto en lo que se le pide. Lo requerido tenía que ver con las preocupaciones de aquel entonces como, por ejemplo, la paz y la concordia; el auxilio a los gobernantes cristianos, el avance de la herejía, el aumento de la fe católica, la conversión de los pecadores y la conservación de los alimentos. También se solicitaba el auxilio mariano al momento de la muerte para alcanzar el perdón de los pecados y gozar de la gloria eterna. En lo concerniente a la llamada Iglesia purgante, María es la intercesora por excelencia para que las almas salgan pronto del purgatorio.

    El intercesor por excelencia es el poderoso san Miguel. La imagen de la Iglesia militante que acude a la mediación de este arcángel es la de un pueblo en batalla que solicita ser amparado al momento de “las postreras agonías” para morir en gracia de Dios y heredar las promesas de Cristo. Esta misma representación aparece en el contenido de lo que se requiere de san Francisco Javier:

 

imploro humildemente vuestra benignísima caridad para que alcancéis de la bondad infinita de Dios, que cuando llegue la hora de mi muerte, consiga por vuestra intercesión acabar en paz, y en gracia de Dios con un ardentísimo amor suyo, y mientras la Divina Providencia me quiere conservar la vida, ruégote protector mío amantísimo que me alcancéis de la Divina Magestad, que viva como quien ha de morir, y como quisiera haber vivido en la hora de la muerte imitando vuestras virtudes, y cumpliendo perfectamente su santísima voluntad, para que la muerte temporal sea puerta de la vida eterna.

 

Conclusiones

 

Durante más de 65 años el impreso pío del clérigo vizcaíno José de Lezamis posibilitó formas orantes híbridas en la feligresía de la Nueva España, en primer lugar por las múltiples figuras sacras sugeridas para la devoción, santos consolidados como san José junto con otros nuevos como san Francisco Xavier; y en segundo lugar por la estructura formal de las plegarias. A esto último se deben añadir las posibilidades y necesidades mismas de los fieles al llevar a cabo la oración.

    Algo a destacar es la creciente influencia de la propuesta devota de De Lezamis por lo menos durante seis décadas seguidas dando cabida no sólo a un lugar devocional con características híbridas en su forma, sino también a una resistencia contra el intento del monopolio de cierto sector dominico sobre la oración oficial y única del rosario.

    Esto permite evitar enunciados maniqueos que proponen a la clerecía como un bloque homogéneo que se dio a la tarea de guardar la ortopraxis católica frente a otro monolito compuesto por los fieles de suyo heteroprácticos en sus expresiones devotas. También es posible sugerir que la sociedad de la ciudad de México de la primera mitad del siglo xviii fue receptiva y promotora de los modos de orar del siglo anterior.

    Una dimensión novohispana y eclesial que se corrobora corresponde a los lazos colectivos entre los miembros de la Iglesia que caminaba aún por la historia con los que ya habían dejado este mundo y gozaban de la presencia de Dios. A partir de este fundamento teológico se comprende el afán por lograr la salvación eterna personal como una aspiración colectiva religiosa que se manifiesta en rezos comunitarios desde el aquí y ahora junto con la sociedad beata del otro mundo de manera sincrónica.

    Una forma de continuar con el estudio de este pequeño devocionario sería compararlo con publicaciones similares y contemporáneas para observar de mejor manera sus peculiaridades e influencia sobre otros textos, tanto en la forma retórica como en los contenidos teológicos. Otra línea de trabajo puede ser la apertura de la escala cronológica y temática para una investigación de la acogida religiosa, comunitaria e híbrida del rosario hasta llegar a la actual práctica de los novenarios de difuntos.

 

Fuentes consultadas

 

Documentos de archivo

 

agi

Archivo General de Indias, Sevilla

Contratación, 5442, n. 76.

México 338.

agn

Archivo General de la Nación, México

Inquisición, vol. 975, exp. 3.

 

Bibliografía

 

Arcelus Iroz, Pilar y Rogelio Ruiz Gomar (2006), La devoción a san Francisco Javier en Pamplona, Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra.

 

Burke, Peter (2010), Hibridismo Madrid, Akal.

 

Krutitskaya, Anastasia (2014a), “Modo de rezar el rosario: una forma de la contemplación dirigida en la Nueva España del siglo Acta 35/2, julio-diciembre, pp. 215-233.

 

Krutitskaya, Anastasia (2014b), “Rosarios intrusos en la Nueva España: la indiscreta devoción de los fieles, amigos de novedades”, en Manuel Pérez, Claudia Parodi y Jimena Rodríguez (eds.), No solo con las armas/Non solum y poder en la Nueva Madrid/Fránkfurt, Iberoamericana-Vervuert, pp. 197-212.

 

Lezamis, Joseph de (1699), Vida del Apostol Santiago el Mayor uno de los tres mas amados y familiares de Jesu-Christo vnico, y fingular Patron de Efpaña con algunas antiguedades, y excelencias de España, efpecialmente de Vifcaya. Efcrita por el Ldo. D. Joseph de Lezamis, Cura de la Santa Iglefia de México: y dada à la eftampa à costa, y devocion del mismo Autor. Dedicada al Venerable Dean, y Cabildo de la Santa Iglefia Cathedral Metropolitana, y Apoftolica de Santiago de Galicia. A quien en la Dedicatoria fe hace vna breve relacion de la vida, y muerte del Il mo. y Rmo. Señor Dr. D Francisco de Aguiar, y Seyxas, Arçobifpo de México, mi Señor. Con licencia de los México, Doña María Benavides, ed. facs. [N. del E.: documento disponible en: (consulta: 19/12/2019)].

 

Orozco y Berra, Manuel (1856), Apéndice al Diccionario universal de historia y geografía, t. México, Imprenta de J.M. Andrade y F. Escalante.

 

Robles, Antonio (1946), Diario de sucesos notables t. edición de Antonio Castro, México, Porrúa.

 

Recursos electrónicos

 

Concilio de Trento (2017) [1545-1563], Sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento. El Sesión Murcia, Mercabá (E nciclopedia Hispano Católica documento html disponible en: (consulta: 07/08/2017).

 

Notas

 

* Universidad Iberoamericana, A.C.

¹ Archivo General de la Nación (en adelante,

agn

), Inquisición vol. 975, exp. 3.f. 58r.

² Archivo General de Indias (en adelante,

agi

), México 338.

³

agi

, Contratación, f. 1r.

Inquisición, vol. 975, exp. 3, f. 33r.

agn

, Inquisición, vol. 975, exp. 3, f. 33r.

Idem.

Idem.

Idem.

⁹ Con el rosario se pretendió reformar las costumbres ad intra de la Iglesia y también se constituyó como un signo contrarreformista ad extra de la Iglesia para diferenciar a los católicos de los protestantes. algunos historiadores y teólogos progremodernistas han denostado estas dos vertientes del tridentino. Aquí se adopta y argumenta a favor de que Trento y el rosario tuvieron una intención e impacto reformista y contrarreformista.

¹⁰

agn

, Inquisición, vol. 975, exp. 3, f. 58r.

¹¹

agn

, Inquisición, vol.975, exp. 3, f. 33r.