El culto a la virgen de los agraristas: la invención de una tradición

Orígenes y expresiones de la religiosidad en México: Cultos cristológicos, veneraciones marianas y heterodoxia devocional


El culto a la virgen de los agraristas: la invención de una tradición

 

Francisco Javier Velázquez

 

Introducción

 

Hablar de una virgen de los agraristas puede sonar descabellado, irrisorio y fuera de toda lógica si se parte de la idea de que el movimiento agrario de la posrevolución mexicana fue, entre otras cosas, un instrumento gubernamental para combatir lo que se consideraba el fanatismo religioso, empero, las filas agraristas estuvieron repletas de personas creyentes que, bajo la premisa “somos católicos pero no pendejos”, supieron combinar sus ideas religiosas con sus ideales políticos e intereses económicos.

    En este contexto se crea un culto sui géneris a una pequeña imagen de la virgen de Guadalupe cuyo legendario origen milagroso no escapa al conflictivo contexto de la época, antes por el contrario encuentra su explicación justamente en esas revueltas, que son el punto de partida para crear todo un culto que permanece hasta nuestros días guardando justamente su característica raíz de inicio: un culto innovador que se ha ido adaptando al devenir del tiempo y según los propios intereses de sus creadores.

    Así pues, en este trabajo intentaremos explicar la invención del culto a la “Virgen Chiquita” en el pueblo de Zapotitán de Hidalgo, y la forma en que la gente lo ha asumido como la principal tradición de la localidad, la cual se gestó en el entorno de la Revolución mexicana y el subsecuente reparto agrario, motivo por el cual bien puede sugerirse que fue el estandarte de lucha del campesinado, y la imagen tendría bien ganado el título de “Virgen de los agraristas”.

    El abordaje podría hacerse siguiendo varios ejes teóricos, como el de la religiosidad popular, el análisis discursivo, etc., pero, como se verá más adelante, se hará siguiendo los postulados esgrimidos por Hobsbawm respecto a la invención de tradiciones y la forma en que estas se van adaptando para mantenerse vigentes.

 

Acercamiento al objeto de estudio

 

Como parte de un proyecto mayor sobre cuestiones agrarias en el estado de Jalisco, de pronto surgió información sobre un culto guadalupano que comenzó a ser recurrentemente señalado por los entrevistados. Como de momento no era trascendente para el desarrollo de aquella investigación el tema no se explotó como ahora intentamos. Se trata del poco claro origen del culto a la llamada virgen chiquita, en la población de Zapotitán de Hidalgo, delegación del municipio de Jocotepec, Jalisco.

 
 

Mapa 1. Ubicación geográfica de Zapotitán de Hidalgo respecto a Guadalajara, capital de Jalisco. En el mapa se pueden localizar todos los poblados a los que hacemos alusión en este escrito. Fuente: elaboración del autor con datos de Google Maps (2017).

 

Este pueblo, con alrededor de 4 000 habitantes, se halla a 55 kilómetros al sur de Guadalajara. Desde 1839 la entonces estancia de Los Zapotes se transformó en la hacienda de San Ignacio Zapotitán, producto de la separación de los bienes del mayorazgo de la familia Villaseñor (Velázquez, 2006: 139). Con alrededor de 6 000 hectáreas de extensión desde sus inicios destacó como hacienda de vocación mixta, pues se dedicaba por igual al cultivo de cereales (maíz y trigo) que a la crianza de ganado vacuno y apícola. Aquella vida apacible que se tenía en la finca de pronto se vio trastocada con el movimiento revolucionario, que por esos lares llegó tres años después de la fecha en la que se registra su inicio (1913). La gente se alborotó aún más cuando se enteró de que, entre otras cosas, lo que buscaba la revuelta era justamente el reparto de las tierras. Pero aquí no se hablará de tierras, sino de lo que llevó implícito la lucha por ellas en este poblado: el culto a la virgen chiquita, una pequeña imagen de la virgen de Guadalupe, que supuestamente apareció en una piedra de no más de 15 centímetros de altura.

 

La invención de la tradición

 

De acuerdo con Hobsbawm, se entiende por tradición inventada el conjunto de prácticas normalmente regidas por reglas aceptadas en forma explícita o implícita y de naturaleza ritual o simbólica, que tienen por objeto inculcar determinados valores y normas de conducta a través de su reiteración, lo que automáticamente implica la continuación con el pasado” (Hobsbawm, 1990-1991: 97) y agrega que toda tradición en algún momento fue creada por alguien y para algo. Si se aplica este principio a la virgen chiquita de Zapotitán hoy se conoce el algo (que se verá más adelante), pero no el alguien, pues todo indica que fue una creación colectiva que pronto fue aceptada en el imaginario de los entonces peones zapotitenses. No debe perderse de vista que las tradiciones son creaciones sociales colectivas y no individuales, de modo que deben ser la manifestación de un grupo social interrelacionado (Herrejón, 1994: 141).

    Dos han sido los trabajos que han pretendido explicar el origen milagroso de esta imagen. El primero de ellos data de los inicios del nuevo milenio, muy al estilo del Nican que narra las apariciones guadalupanas de 1531. En el caso de Zapotitán se contó por mucho tiempo con su propia versión titulada “Aquí se narra”, que en realidad es la traducción literal del título del texto de Antonio Valeriano. La crónica, por llamarla de alguna manera, se presenta en dos hojas de papel escritas en computadora que se pegaron al pie del retablo de la pequeña imagen las cuales, así como llegaron a ese lugar, así desaparecieron. No obstante, durante el trabajo de campo realizado pudo fotografiarse el texto al que ahora haremos alusión.

    Aunque es de autor anónimo y de creación reciente, el escrito puede atribuírsele a una mujer, por el sentido de la redacción. En el texto pueden distinguirse dos partes: la primera hace la “datación” histórica y explica el origen de la imagen, y la segunda es una mezcla de leyendas de aparecidos, comunes a todos los pueblos de nuestro país, a las que se les ha querido relacionar con la propia imagen, como si en lugar de ser un objeto sagrado fuera un espectro del más allá.

    “Aquí se narra la historia de la Virgen de Guadalupe que esta Virgen fue encontrada en una piedra de metate en el año de 1910 en la época de los cristeros cuando la revolución de Miguel Hidalgo y Costilla.” Este es el encabezado del escrito, en el que la cronología de la “aparición” no concuerda con el tiempo real, pues se entremezclan tres distintas etapas de la historia nacional: la Independencia (1810-1821), la Revolución (1910-1917) y la Guerra Cristera (1926-1929). Estas inconsistencias aumentan cuando se comienza a leer el cuerpo de la historia:

 

Corría el año de 1910, cuando la revolución cristera en un pueblo llamado Zapotitan de Hidalgo, donde predominaban los españoles estos tenían una hacienda en donde tenían como esclavos a los nativos del lugar y como es de saber los esclavos solamente recibían lo minimo por ejemplo una medida de maíz, un litro de frijol por familia,estas personas humildes eran muy trabajadoras de raza india este pueblo cuando llego la revolución estuvo muy asolado después los cristeros hacían de las sullas después todas las personas del lugar se escondían al saber que estos llegaba por un tiempo, por lo que no habia religión ni tenían escuela. Cuenta la leyenda de que la hija de estos hacendados era muy buena y caritativa. Ayudava mucho ala gente pobre, luego que esta falleciera se la llevaron a España, que dándose el lugar solo luego una vez de tantas que los cristeros entraron al pueblo unos viejesitos que escucharon cuando los cristeros entraron a matar estos se ivan a esconder para que no los matasen. Los cristeros los encontraron y a su vez el coronel, les dijo alto!!!!!! No los maten a ellos no!.. Los viejitos costernados dieron grasias a una virgen morena que cargaban en sus morrales. Esta Virgen hizo su primer milagro, los viejitos le hicieron un altar en agradecimiento por el fabor recibido en una casa de adobe y paja donde la tenían, esta Virgen quiero aclarar que era negra como la piedra del metate y hoy es blanca como el cristal, cuentan que muy alla, los metates se hacían lisos por el uso que tenían entonses picaban los metates con un picador especial, y al estar picando el metate se figuro la Virgen. Despues hubo otra cosa curiosa de la Virgen esta señora tenia una parienta y esta le desia ven-deme tu Virgen ella no queria. Hasta que un dia de que tanto le insistio y le dijo andale pues llevatela y la señora se la llevo para su casapara la mañana siguiente la señora fue avisitar a la dueña y le dijo sabes de que la Virgen no esta en mi casa!!! Pero como que no esta, si te la llevaste ayer, y bueno la señora entro al jacal y en el altar que tenia se la encontraron otravez le dijo por que te la tragiste le contesto ella no quiere irse bueno mejor te regreso tu dinero, y asi esta señora se quedo de guardiana, de la Virgen morena despues fue, custodiada de generacion en generacion la siguiente señora que la cuidaba se llamaba Jeronima se murio esta señora y paso a manos de sus esposo llamado Benito luego con la hermana llamada Cuca. Luego su hijo Eduardo hijo de Benito cuando este murio la señora Elisa Orosco se quedo con la guardia de la Virgen, esta casa se ubica en la calle de la Virgen esta casa es de adobe tenia tres cuartos el de en medio era de ella la Virgen era muy querida por la familia. Ellos le hacian sus propias velas, el señor Benito tenia unas colmenas y de hay le hacia sus velas y todas las noches le prendian su vela gruesa tenia manteles sabanas de adorno, cuentan que una vez alguien le cambio las velas se insendio el lugar el señor Benito apurado saco ala Virgen de las llamas y cuando la revisaron con un anteojo ella tenia una pequeña ampolla en la mejilla estas personas que cusodiaban victimas de varias visiones y sustos […] (Anónimo, s.a.).

 

Lo aquí narrado es parte de la leyenda más conocida de la imagen: la milagrosa aparición en una piedra para picar los metates, por lo que originalmente era negra. Muchos vecinos de avanzada edad aseguran haberla visto de su color original, aunque no existe ninguna evidencia documental ni fotográfica que así lo compruebe.

    Las inconsistencias históricas que presenta el relato, y en lo que poco o nada ha reparado la gente, obedecen al (conjugación tiempo-espacio) en que lo temporal se aleja de la convención humana del tiempo y se llena de “una gran carga emotiva-valorativa” (Bajtin, 1989: 13); es decir, se construyó

 

un mundo imaginario que es perfectamente coherente y comprensible una vez que entendemos su lógica, pese a ser completamente contrario a nuestra experiencia cotidiana del tiempo […] los cronotopos históricos […] no proporcionan únicamente un marco espacio-temporal para localizar los eventos y los personajes de la narración, es decir, no son simples cronologías, sino que, al darles forma y sentido al tiempo y al espacio, les dan forma y sentido a los eventos mismos y a las acciones humanas y divinas dentro de la historia (Navarrete, 2004: 36).

 

Este relato de la virgen chiquita, aparte de legitimar su historicidad, trata de demostrar cómo su origen se remontó a etapas de conflictos sociales en los que el pueblo salió siempre avante, por tanto, en la actualidad Zapotitán no puede hacer menos y con ella a su lado podrá ir siempre adelante ante cualquier

    El otro trabajo de investigación es obra del guardián de la imagen, José Luis Hernández (2009) quien realizó un estudio histórico-hagiográfico en el cual sostiene, siguiendo la tradición popular y la fe de sus creyentes, que su culto data de mediados del siglo Señala su origen en la humilde choza de una pareja de indígenas, en uno de los ranchos de la hacienda de Zapotitán; la mujer la encontró tirada cuando buscaba una piedra para picar el metate. Con el tiempo, el marido vendió la piedra con la imagen a Luciano Orozco, de oficio carbonero. Días después de la venta, aquel desventurado “indito” murió devorado por lobos, ¿acaso castigo divino por haber vendido la imagen? En el último decenio del siglo xix la región fue azotada por una severa sequía (según cuenta la leyenda), por lo que los habitantes de los ranchos de la hacienda tuvieron que concentrarse en las inmediaciones de la casa grande y otros más debieron mudarse a los pueblos aledaños. Luciano, el propietario de la imagen, para no errarle ni enemistarse con los “devotos”, fue a consultarle al párroco del municipio vecino de Zacoalco de Torres a dónde debía llevar la piedra del milagro y, a semejanza de la leyenda de la virgen de Talpa, el cura procedió a quemarla con un cigarro (Nájera, 2003: 86; Millar, 1973: 25; Fernández, 2012: 37), si la imagen se ampollaba se iría al pueblo de San Marcos, de lo contrario, se quedaría en la hacienda de Zapotitán como finalmente sucedió.

    Por su parte, el testimonio de Albino Lamas concuerda con varios de los aspectos mencionados, sólo cambia el nombre de los personajes. Según su versión, Benito Orozco, oriundo de Verdía, municipio de Zacoalco de Torres, traía la pequeña imagen en un costal y anduvo errante por mucho tiempo hasta que encontró cobijo en la hacienda de Zapotitán, en un rancho limítrofe con el poblado de San Marcos. Tras la sequía, que ya hemos descrito, enfrentó el dilema de llevar a la virgencita a la hacienda o dejarla en San Marcos, y ahí fue cuando procedió a quemarla con un cigarro y al no quedar huella, la llevó a Zapotitán donde la tuvo hasta su muerte. Su viuda, de nombre Jerónima, continuó con la custodia (Lamas, 2001; Díaz, 2001).

    Todo lo anterior permite crear una analogía con otros cultos de la tradición católica: al humilde indito lo vemos repetido en varias apariciones marianas, entre ellas la de Guadalupe; y en Europa, al no haber indios, las apariciones eran a humildes pastorcitos. Se evidencia la constante mención de los estratos sociales más bajos, como parte primordial, pues toda tradición conlleva un ritual simbólico (Hobsbawm, 1990-1991: 98), y es que no deben perderse de vista las palabras del evangelio: “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la o aquella otra frase donde Jesús ensalza al Padre: “porque has ocultado estas cosas a sabios e inte-ligentes, y se las has revelado a los

    Enseguida vino literalmente la prueba de fuego para la imagen: quemarla con un cigarro, como hicieron en su momento, según cuenta la tradición, con la imagen de la virgen del Rosario de Talpa.

 

La historicidad del culto

 

De la referida sequía y de la intervención del cura de Zacoalco no hay evidencia alguna. Además, sería del todo impropio, pues en ese entonces se vigilaba muy celosamente que los feligreses acudieran por auxilio espiritual a la jurisdicción que les correspondía y en este caso sería Jocotepec y no Zacoalco. De hecho, no existen documentos que avalen algún tipo de correspondencia entre ambos párrocos, lo cual era usual cuando un feligrés ajeno visitaba otro curato; mucho menos hay notificación del supuesto cura de Zacoalco al obispo en turno sobre la existencia de una imagen milagrosa aparecida en una piedra.

    De modo que todo este relato no es más que una bonita alegoría para legitimar el origen milagroso de la imagen. “Todas las tradiciones inventadas, en la medida de lo posible, utilizan la historia como legitimador de acción y cimentador de cohesión de grupo” (Hobsbawm , 1990-1991: 105) “[…] La invención de tradiciones […] es fundamentalmente un proceso de formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al pasado” (Hobsbawm, 1990-1991: 99).

    Pero esta referencia al pasado no tiene otro objetivo que “ser el puente hacia el futuro”, pues, a fin de cuentas, la tradición “busca perpetuar la vida […] La tradición es la respuesta del hombre al reto del tiempo” (Herrejón, 1994: 140), “es la prolongación indefinida de un grupo a través del tiempo”(Herrejón, 1994: 142).

    Por lo que toca a la parte histórica comprobable se sabe que en 1879 la hacienda de San Ignacio Zapotitán fue adquirida por Luciano Gómez Romero, quien luego la heredó a sus hijos (Velázquez, 2010: 20). El núcleo contaba con todo lo elemental: la casa grande, establos, bodegas, asoleaderos, etc., pero carecía de capilla, así que se emprendió su construcción la cual se concluyó y fue bendecida en en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, advocación mariana a la que estaría dedicada la pequeña iglesia. Para ello, un año antes, en 1906, se había mandado traer de Italia una imagen de la Inmaculada (Mosqueda, 2007). De esta manera, la hacienda quedaba bajo la tutela religiosa de la virgen María. Cada año se le celebraba su función el 8 de diciembre hasta que, con el reparto agrario y la primera dotación parcial al lugar, en 1924 (Velázquez, 2010: 130), el poblado —ahora llamado Zapotitán de Hidalgo en honor al padre de la patria—, en un intento por borrar todo vestigio relacionado con la administración hacendaria, comenzó a promocionar el culto a la virgen chiquita, la cual también fue usada como estandarte, al estilo del padre de la patria, Miguel Hidalgo, para aglutinar a la gente y que se uniera al movimiento agrarista, pues qué mejor señal para entrarle al movimiento que la aparición de la madre de Dios, que no representaba otra cosa que el visto bueno para no abandonar la lucha.

    Además, con la invención de la milagrosa llegada de la virgen aparecida se legitimaba la participación de los católicos en el agrarismo, pues la Iglesia condenaba este movimiento al considerarlo un robo de tierras a sus legítimos dueños. Fue una especie de respuesta colectiva a las amenazas desde el púlpito.“El capital del miedo puede transformarse en cualquier tipo de rentabilidad, ya sea económica o política” (Bauman, 2007: 23) y la Iglesia lo usaba, sin contar con que esa misma táctica la emplearían los trabajadores para combatir los miedos que comenzaban a infundirse. De hecho, en respuesta, los agraristas atribuyeron a la imagen el primer milagro de que las tropas cristeras no entraran al pueblo (Hernández, 2009: 22 y 31; Díaz, 2001), en clara afrenta a las prohibiciones eclesiásticas.

    Basados en principios religiosos, los agraristas enarbolaron la idea de que en esta vida debía seguirse la voluntad de Dios para que a cada quien se le repartiera lo justo; el rico (en este caso, el hacendado) cristianamente debía compartir lo mucho que tenía con aquellos que nada poseían, de manera que no era robo sino un acto de justicia tomar lo que era de su patrón. A partir de entonces, las fiestas patronales eran compartidas: el 8 de diciembre se celebraba a la patrona, reconocida como tal por las autoridades eclesiásticas; y el 12 de diciembre los ejidatarios celebraban a la virgen chiquita, llevándola de la casa de la familia Orozco al templo para regresarla al filo de la medianoche.

    Los inicios de esa comunidad ejidal fueron muy conflictivos y dramáticos al formarse dos bandos con ideas muy polarizadas con el interés de dominar la vida ejidal, por lo que su historia está teñida de sangre (Velázquez, 2010: 180-187). De ese modo, el culto a la virgen chiquita no podía ser diferente. Aunque rivales en lo cotidiano ambos bandos confluían en festejar a su virgen, cada uno a su modo. Totalmente alejados de los principios católicos de amar al prójimo, optaron por dividir el festejo guadalupano, de modo que cuando la sacaban en peregrinación los de un bando le tiraban cohetes y le quemaban castillos al pasar por el lado del pueblo que ellos controlaban (en las llamadas Cuatro Esquinas), y los del bando contrario hacían lo propio cuando la imagen pasaba del lado que les correspondía a ellos (frente al templo de la ex hacienda) (Lamas, 2001; Siordia, 2001).

    Esta usanza se mantuvo desde finales de los años veinte hasta 1953 cuando el párroco de Jocotepec, José Sánchez Contreras, luego de percatarse de las querellas, decidió recoger la imagen y llevarla al templo del pueblo; además, notó que tenerla era un verdadero negocio para sus dueños, Florentino Orozco y Refugio Zúñiga, pues ellos se quedaban con las limosnas y la cera que se le llevaba en Sin embargo, nuevamente los promotores de su culto, los entonces ejidatarios, tratando de enaltecerlo por sobre el de la Purísima Concepción, colocaron la pequeña imagen en una custodia, la cual es exclusiva para la reserva eucarística. De no ponerse ahí, la pequeña piedrita pasaría prácticamente inadvertida dadas sus dimensiones.

    Un buen día de 1959, durante la visita pastoral del obispo Javier Nuño, al ver la custodia en el altar creyó que estaba expuesto el Santísimo Sacramento y se postró a orar en señal de adoración, pero su sorpresa fue mayúscula al ver que lo que en realidad contenía era la pequeña piedra con la imagen de la virgen, ante lo cual reaccionó enérgicamente y pidió al capellán y al párroco una inmediata explicación del hecho.

    Las desbordadas pasiones de los feligreses no se apaciguaban con las prédicas de su capellán, ni con las de su párroco ni con las del citado obispo, sino que pedían la presencia del arzobispo José Garibi Rivera, recién nombrado cardena, y primer mexicano en obtener tal distinción. Ante tan caldeada situación las autoridades eclesiásticas tuvieron que realizar una minuciosa investigación para conocer más del culto y milagroso hallazgo de la virgen chiquita. El resultado fue una bofetada para los fieles zapotitenses, pues se aseguró que no era más que un culto supersticioso e idólatra, al creer que sólo la piedra era la que realizaba los milagros, olvidándose por completo de que no era más que una representación de la virgen

    Como resultado de la investigación, la virgen chiquita fue guardada en la sacristía y trató de limitarse su pero los creyentes, que para entonces ya se habían multiplicado, no dejaron de celebrarla el 12 de diciembre, de modo que después de la fiesta del día 8 celebraban un triduo que culminaba con otra fiesta el día 12. Incluso, el 12 de diciembre de 1958, ante la prohibición del culto, la virgen fue puesta bajo llave en el bautisterio y como no se le sacó para nada “cuando fue la hora de la misa el señor Elipidio Zúñiga se levantó y se fue a las puertas del bautisterio, con su vela estuvo toda la misa acompañando a la pequeña imagen, la cual estaba como prisionera”(Hernández, 2009: 26). Ante actos de esta índole, no dudaron los sacerdotes en tachar a los devotos de idólatras por adorar “a una piedra”.

    La euforia por la virgencita de Guadalupe era tal en el pueblo que, en 1963 le pidieron al arzobispo de Guadalajara que concediera 300 días de indulgencias a quien le rezara tres Aves Marías a la virgen chiquita, pero el intelectual mitrado respondió con un rotundo “No se puede

    Las autoridades eclesiásticas, restrictivas al principio, al ver el fervor popular comenzaron a actuar con disimulo al grado de que en 1971, cuando se erigió la parroquia del lugar, extrañamente no se le dio advocación alguna. El decreto sólo señala la creación de la parroquia de Zapotitán de tácitamente se seguía reconociendo el patrocinio de la Inmaculada de modo que la fiesta del 12 de diciembre pasó a celebrarse el domingo siguiente para no interferir con la fiesta titular de Huejotitán, capellanía que también comprendería la nueva parroquia y con primacía histórica en cuanto al culto

    A partir de entonces poco a poco se fue dando prioridad al culto de la virgen chiquita por sobre la patrona, incluso no faltó el párroco que textualmente llegó a decir “por esta como” (Díaz, 1998), hasta conseguir que la fiesta principal fuera el domingo siguiente al 12 de diciembre, y el festejo a la Purísima, la original patrona del pueblo, no fuera otra cosa que un día más dentro del novenario en honor a la virgen chiquita. En 1998, al erigirse en parroquia la capellanía de Nuestra Señora de Guadalupe de Huejotitán, el párroco de Zapotitán, José Guadalupe Ibarra Aguilar, gran propagador del culto a la virgen chiquita, promovió que quedara el curato de Zapotitán con la advocación de Parroquia de la virgen de Guadalupe para distinguirla del pueblo vecino, dando con eso el tiro de gracia a la verdadera patrona del lugar. Durante la administración de este cura sucedió algo fatídico e inesperado. Repentinamente, mientras la limpiaban para llevarla a un nuevo retablo que se le había construido, la pequeña imagen se golpeó ligeramente, lo que causó una cuarteadura a todo lo largo de la pequeña piedra, dando la apariencia de fragilidad y de que estaba próxima a romperse. Esto provocó gran mortificación en el religioso quien le pidió a Dios que tomara su vida a cambio de que, por prodigio divino, se restaurara la imagen y volviera a su estado Claro está que eso no sucedió, pues en realidad la supuesta cuarteadura evidencia que originalmente, la imagen está formada por dos piezas a lo largo, las cuales fueron unidas y de ahí que se crea que es una grieta que amenaza con partir en dos la preciada escultura.

 
 

Figura 1. Aquí se puede notar la cuarteadura que atraviesa a todo lo largo la imagen de la virgen chiquita. Fuente: Archivo personal del autor.

 

Los tiempos recientes

 

En las últimas cuatro décadas el culto a la virgen chiquita ha cambiado mucho. Ya no existen aquellas enconadas divisiones en Zapotitán, por el contrario, hoy todo parece unidad en cuestiones de su religiosidad. El pueblo se ha apropiado del culto guadalupano a tal grado que de pronto el párroco debe predicar que tanto la Purísima Concepción como Guadalupe son la misma virgen María, y que no importa la escultura, sino lo que representa (Reyes, 2017).

    Durante estas cuatro décadas (desde 1974), José Luis Hernández ha sido el guardián de la virgen lo que le implica viajar año con año de su lugar de residencia, en el estado de California, Estados Unidos, por unos cuantos días, para celebrar a la Guadalupana (Hernández, 2017). Igual que él, decenas de hijos ausentes de Zapotitán retornan anualmente a los festejos patronales. Este retorno de migrantes rurales no responde a otra cosa que a “la falta de integración a la nueva sociedad y un arraigado sentido de pertenencia a su comunidad de origen” (Woo, 2008: 104).

 
 

Figura 2. José Luis Hernández, acompañado del Pbro. José Macías Corona,

ive

, originario de Zapotitán; al fondo la imagen de la virgen chiquita mientras se prepara la peana en que será transportada en su fiesta de diciembre de 2017. Fuente: Archivo personal del autor.

 

A principios de los años noventa, con la reforma salinista, los ejidos desaparecieron y cedieron su lugar a la pequeña propiedad privada. Los viejos agraristas que crearon y tanto promovieron el culto a la virgen chiquita ya han muerto. Las nuevas generaciones comienzan a tomar el relevo y con ello se han incorporado nuevas manifestaciones de fe en busca de dar mayor lucimiento a los festejos.

    Y es que las sociedades, como entes dinámicos, están en constante movimiento y con ello toda su cultura que, por supuesto, incluye sus tradiciones. Y tradición que no se renueva y adapta está condenada a morir. De esta manera, año con año se hacen modificaciones en aras de “rescatar las tradiciones”, aunque suene contradictoria la frase. Para esto se formó un grupo justamente llamado “Rescatando nuestras tradiciones”, pero lejos de rescatarlas, han ido desplazando el sentido religioso de la festividad e innovando vistosos desfiles más relacionados con las fiestas patrias que con motivos Dice Hobsbawm que “En dondequiera pervivan los antiguos usos y costumbres, no hay necesidad de resucitar o inventar tradiciones […] Allí donde son inventadas [nuevas tradiciones], a menudo no se debe a que las viejas costumbres no sean ya más válidas o viables, sino al hecho de que deliberadamente no se les usa o adapta […] contra la tradición y a favor de la innovación radical” (1990-1991: 102). Es decir, las viejas tradiciones generan un vacío que debe “llenarse con [nuevas] prácticas inventadas” (Hobsbawm: 1990-1991: 102).

    Estos “innovadores” argumentan que su actuar es parte del progreso y la modernidad, sin reparar siquiera en que “la preservación de la identidad no es la preservación del inmovilismo […] la existencia persistente de un grupo social implica la permanencia” (Herrejón, 1994: 142) de constantes cambios y continuidades que vayan al mismo ritmo del grupo social, y no es el grupo social el que debe seguir los cambios y menos olvidarse de las continuidades, como hace este grupo rescatador de tradiciones. “El grupo social se va construyendo a través de la historia a partir de su tradición original, o mejor, del conjunto de sus tradiciones primordiales, conservándolas y desenvolviéndolas a un mismo tiempo, ya como defensa, ya como enriquecimiento o adaptación, o incluso como renuncia paradójica a elementos de esa misma tradición” (Herrejón, 1994: 143).

 
 
 

Figuras 3 y 4. Imágenes que contrastan la “tradición”, con lo verdaderamente tradicional. Fuente: archivo personal del autor.

 

A pesar de todo lo anterior, la realidad en Zapotitán de Hidalgo es otra tanto en la forma como en el fondo. Por lo que toca a la forma, en aras del rescate de las tradiciones se ha promovido que en la procesión principal ya no vayan separados hombres de mujeres, como era una verdadera tradición; que las mujeres ya no usen rebozo para cubrirse la cabeza, como se acostumbraba, sino que ahora se lo tercien al hombre al estilo de las adelitas, o como modelan el rebozo las candidatas a la flor más bella del ejido. En aras de la tradición han exhortado a que los hombres vistan de charro durante la procesión, en lugar de respetar sus tradicionales atuendos de gente ranchera. En aras de la tradición han promovido que las mujeres se disfracen de chinas poblanas, guares o huicholas cuando en Zapotitán, al menos en los últimos 500 años, no se tiene registro de población indígena, ni autóctona ni trasplantada. En aras de la tradición, en lugar de promover los rezos y cantos religiosos, característicos de las procesiones de los pueblos, se ha convertido en una guerra de bandas, pues aunque se entonan alabanzas la gente sólo se dedica a escuchar, perdiéndose así los antiguos cantos que se entonaban y que al ir muriendo las personas que los sabían se los han llevado consigo a la tumba. En aras de la tradición, en lugar de promover que la gente lleve una vela en la mano, como hasta hace unos años se estilaba, se promueven mejor que se lleve la bandera de algún país del continente americano, y si es montados a caballo, mucho mejor, con el argumento del patronazgo continental de la virgen de Guadalupe. En aras de la tradición, en pocos años se ha perdido el sentido religioso en los adornos de la peana de la virgen chiquita en la que se recrea el escenario de la torre Eiffel, de un antiguo galeón español, la piedra del sol o calendario azteca y cosas semejantes que nada tienen que ver con la tradición de la liturgia católica.

    Peor aún, en las cuestiones de fondo, relativas al origen del culto, muchos de los aún llamados ejidatarios, tradicionales herederos de los viejos agraristas y quienes deberían ser portadores de la filosofía de equidad, sólo heredaron las tierras. El ideal de “a cada quien lo justo” ha quedado sepultado completamente, pues desde hace una década se han obsesionado en despojar de lo poco que tienen los más desposeídos, los desmonteros o coamileros y los comu-neros (Reza, 2011: olvidando la historia de sus antepasados quienes fueron los marginados de esas tierras por las que lucharon para que reinaran la justicia y la equidad de las que hoy nadie se acuerda.

 

Trabajo de campo

 

Muchas han sido las ocasiones de asistir a los festejos anuales en los que se han podido observar varios de los detalles arriba señalados; pero en 2017, fuera del ámbito celebrativo-procesional, se tuvo el privilegio de tener al alcance de la mano la imagen de la virgen chiquita gracias a las facilidades proporcionadas por su guardián, José Luis Hernández, quien permitió la entrada a su casa mientras se preparaban las andas en que pasearía la imagen por las calles de Zapotitán.

    Al hacer una minuciosa revisión, primero a simple vista y luego apoyados con una lupa, pudimos notar que su aspecto actual da la impresión de estar labrada fina y detalladamente en mármol blanco o marfil. La única pigmentación que presenta es en color dorado sobre los bordes del manto, que parece haber sido un agregado posterior para semejarla más a la Guadalupana original del La altura de la imagen no supera los 15 cm ni el ancho de los 7 cm y se mantiene cubierta por una cápsula de cristal. Aunque sus devotos aseguran que conserva vestigios de su supuesta apariencia original rocosa en la parte derecha del cuello, lo cierto es que no se aprecia vestigio pétreo alguno, sino que parece haber sido una pieza labrada originalmente en los materiales referidos.

    Más específicamente, se puede notar con extrañeza que la imagen representa únicamente la silueta del cuerpo de la virgen y el ángel que lleva a sus pies. No es una piedra amorfa en la que caprichosamente se haya dibujado la imagen, sino que puede decirse que se trata propiamente de una escultura de la Guadalupana. La cápsula de cristal que la resguarda simula el resplandor en el fondo que rodea a la virgen del ayate de Juan Diego, pues la imagen carece de él.

    En cuanto a los detalles guadalupanos puede notarse claramente que el número de estrellas que tiene esta imagen no corresponde con la original; además, la pintura de la virgen de Guadalupe lleva teñidas en su manto estrellas de ocho picos (símbolos de solsticios y equinoccios), mientras que la imagen venerada en Zapotitán presenta relieves de estrellas de cinco picos. Además, mientras las estrellas de aquélla siguen los pliegues del manto, en esta las estrellas se notan claramente sobrepuestas a los pliegues. Los adornos de la túnica no corresponden en nada con los de la Morenita del Tepeyac; en vez de las figuras fitomorfas sólo aparecen hoyos amorfos. Además, la virgen chiquita porta un medallón que no tiene la original. El detalle que más contrasta entre ambas imágenes es que la de Zapotitán lleva puesta una corona, mientras que la de Guadalupe de la Ciudad de México no tiene corona.

    La imagen de la virgen chiquita tiene algunas peculiaridades que no son del todo guadalupanas. Por ejemplo, el cabello que deja entrever bajo el manto parece ser rizado, y sus rasgos físicos son más estilizados con facciones europeas (cuello largo y cara alargada), mientras que los distintivos netamente guadalupanos están relacionados con sus facciones predominantemente indígenas.

    Para finalizar con el análisis visual de la virgen chiquita es por demás notorio que el ángel que lleva a sus pies tiene las facciones de los ángeles esculpidos durante el periodo barroco: cachetón y con brazos redondeados, es decir, se muestra un ángel gordito. Además, esta figura celestial aparece sobre nubes, a diferencia de la imagen en la tilma de Juan Diego.

 

A manera de conclusión

 

No cabe la menor duda de que la identidad de los actuales habitantes de Zapotitán de Hidalgo está basada en su virgen chiquita, a la que consideran milagrosamente aparecida y por la que tanto cariño sienten. Su fe la sustentan primordialmente en esa parte legendaria, ese cronotopo histórico en el que no importa entremezclar distintas etapas de la historia nacional para referir el contexto del milagro, pues así como en aquellos momentos estuvo al lado de los ejércitos de Hidalgo, en tiempos de la Revolución mexicana, protegiéndolos de los nocivos cristeros y favoreciendo a los agraristas que luchaban para independizarse del hacendado y formar su ejido, así hoy está de su lado para emprender grandes proyectos agrícolas, educativos, políticos; igual para realizarles milagros en enfermedades y embarazos, que en secuestros y hasta para ganar algún título de belleza local. Tal vez parte de la personalidad de la gente de este pueblo se explica justamente en la confianza que les genera su fe en la virgen chiquita. Y es que

 

La religión como fenómeno social está ligada a la estructura política y la organización social; lo importante no solamente es estudiar los mitos y creencias, sino los ritos, que son parte de la religión: esta es, sobre todo, ritual. Desde esta perspectiva, el ritual […] no sólo comunica mensajes relacionados con las creencias religiosas, sino también con el aspecto socioeconómico, ‘lo lúdico, lo étnico, la identidad cultural y todo el sistema cultural’ (Maldonado, 2000: 19).

 

Sin embargo, remontar el origen de su culto al siglo xviii puede resultar aventurado, considerando que el guadalupanismo llegó a estas tierras tardíamente a finales de ese siglo cuando ocupó el obispado fray Antonio

 
 

Figura 4. A pesar de resultar un elemento controvertido entre las mismas autoridades ecle siásticas, hasta la fecha la imagen continúa expuesta al culto en una custodia propia de la adoración eucarística. Fuente: Archivo personal del autor.

 

Alcalde, O.P. Lo que sí, es que la aparición del culto a la virgen chiquita marcó la ruptura final con el viejo régimen. Para los zapotitenses, la llegada de su virgen les representó dejar las ataduras que decían tener de la hacienda para comenzar a vivir la libertad de su ejido. Pero había que borrar toda huella de lo antiguo, por ello comenzaron a desplazar el culto a la patrona del lugar, jurada como tal en tiempos de la hacienda, para lo cual era necesario un nuevo contrato, un nuevo convenio entre la divinidad (su divinidad) y los nuevos actores sociales; de ahí que-incluso se haya trasladado el culto-religioso de la antigua capilla de la hacienda a un nuevo espacio acondicionado para ese objetivo.

    Sobre el posible origen divino de la imagen, no es este el espacio indicado para deliberar al respecto, sin embargo, cabe la oportunidad de plantear una hipótesis sobre su origen. Sin duda se trata de una pieza fina y valiosa que pudo ser propiedad de algún personaje acaudalado, y entre las revueltas y saqueos que hubo en tiempos de la guerra de reforma, y más tarde durante la Revolución mexicana, pudo formar parte del botín de alguna banda y que la hayan tirado (con o sin intención) por el camino, o incluso que haya sido parte del botín de un integrante de esa banda y que por azares del destino paró en manos de algún avecindado en la hacienda de Zapotitán; y una pieza de esas características no podía pasar desapercibida.

    Como hipótesis puede proponerse la hechura humana de una figurilla de la virgen de Guadalupe por alguien de amplia solvencia económica, pues la manufactura incluso puede ser europea, y quizá durante algún saqueo esta pieza de arte fue a dar a manos de una persona Y justamente gracias a que su epifanía zapotitense se dio a conocer, fue desde los estratos sociales humildes que de inmediato se aceptó su origen divino como si se tratara de un dogma local que, aunado a que la Guadalupana posee “capacidades especiales para manifestarse en los lugares donde se requiere su protección, para transfigurarse y asemejarse a sus hijos, y para dar protección y seguridad en los lugares donde se aparece” (De la Torre, 2017: B1). Así pasó a convertirse en el máximo símbolo identitario para Zapotitán de Hidalgo.

    Lo que ha sido señalado la propia Iglesia es el riesgo de caer en idolatría hacia la figura, no tanto hacia lo que representa; de ahí que en los años sesenta su culto haya sido proscrito y que en disimulado desacato los sacerdotes de la localidad continúen permitiendo que la imagen se coloque en custodias reservadas a las Sagradas

    Finalmente, todas las innovaciones y modificaciones que se han hecho en torno al culto a la virgen chiquita —lo que parece ir en contra de cimentar una verdadera tradición— resultan ser los verdaderos rasgos de su tradición, es decir, su tradición es la no tradición, la novedad, la reinvención, que hoy más que nunca mantienen viva la identidad de ese pueblo. Con esto queda más que comprobado aquel o dicho por Luis González: “El mundo histórico, además de indeterminado, es movedizo, cambiante”(González, 1995: 47).

 

Fuentes consultadas

 

Documentos de archivo

 

aag

Archivo de la Arquidiócesis de Guadalajara

Sección Gobierno, Parroquia de Jocotepec.

Sección Gobierno, Parroquia de Zapotitán de Hidalgo.

apzh

Archivo de la Parroquia de Zapotitán de Hidalgo:

Libro de Crónicas.

 

Bibliografía

 

Anónimo (s.a.), “Aquí se narra la historia de la Virgen de Guadalupe que esta Virgen fue encontrada en una piedra de metate en el año de 1910 en la época de los cristeros cuando la revolución de Miguel Hidalgo y Costilla”, s.p.i.

 

Bajtin, Mijail M. (1989), “Las formas de tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos de poética histórica”, Teoría y estética de la Madrid, Taurus, pp. 237-409.

 

Bajtin, Mijail (1981), “Forms of Time and of the Chronotope in the Novel. Notes towards a Historical Poetics”, en Michael Holquist (ed.), The Dialogical Imagination. Four Essays by M. M. Austin, University of Texas Press, pp. 84-258.

 

Bauman, Zygmunt (2007), Tiempos líquidos. Vivir en una época de México, Tusquets.

 

Biblia de Jerusalén (1994), Biblia de Jerusalén. Nueva edición totalmente revisada y aumentada, Santiago García (dir.), Bilbao-Madrid, Desclee de Brouwer-Alianza Editorial.

 

Fernández Poncela, Anna María (2012), “La virgen de Talpa: religiosidad, turismo y sociedad”, Política y núm. 38, enero, pp. 29-48.

 

González y González, Luis (1995), El oficio de México, Clío-El Colegio Nacional.

 

Guedea, Virginia (coord.) (2004), El historiador frente a la historia. El tiempo en México, Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Hernández, José Luis (2009), Crónicas a la virgen Zapotitán de Hidalgo, edición del autor.

 

Herrejón Peredo, Carlos (1994), “Tradición. Esbozo de algunos conceptos”, Estudios de Historia y núm. 59, verano, pp. 135-149.

 

Hobsbawm, Eric (1990-1991), “La invención de tradiciones”, Revista uruguaya de ciencia núm. 4, enero-diciembre, pp. 97-107.

 

Holquist, Michael (ed.) (1981), The Dialogical Imagination. Four Essays by M. Austin, University of Texas Press.

 

Juan Pablo II (1983), Código de derecho s.p.i.

 

Leal Carretero, Fernando (coord.) (2008), Cómo se hacen las ciencias Guadalajara, Universidad de Guadalajara.

 

Maldonado Jiménez, Druzo (2000), Deidades y espacio ritual en Cuauhnáhuac y Huaxtepec. Tlalhuicas y xochimilcas de Morelos (siglos México, Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Millar, Elaine K. (1973), Mexican folk narrative from the Los Angeles Texas, American Folklore Society-University of Texas Press.

 

Nájera Espinoza, Mario Alberto (2003), La virgen de Talpa. Religiosidad local, identidad y Zamora-Colotlán, El Colegio de Michoacán-Universidad de Guadalajara.

 

Navarrete Linares, Federico (2004), “Dónde quedó el pasado. Reflexiones sobre los cronotopos históricos”, en Virginia Guedea (coord.), El historiador frente a la historia. El tiempo en México, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 29-52.

 

Woo Morales, Ofelia (2008), “Nuevos perfiles y patrones migratorios hacia Estados Unidos”, en Fernando Leal Carretero (coord.), Cómo se hacen las ciencias sociales: una antología de ejemplos y preceptos en homenaje a Fernando Pozos Guadalajara, Universidad de Guadalajara, pp. 83-111.

 

Hemerografía

 

De la Torre Castellanos, Renée (2017), “La virgen de Guadalupe, un icono cultural en la posmodernidad”, El 10 de diciembre de 2017, B1.

 

Dellamary, Guillermo (2017), “Más guadalupanos que católicos”, El 14 de diciembre de 2017, A5.

 

Reza M., Gloria (2011), “A defender la tierra, así sea a machetazos”, Proceso núm. 372, diciembre 24, pp. v-vii.

 

Tesis

 

Velázquez Fernández, Francisco Javier (2006), El mayorazgo de los Villaseñor, tesis de licenciatura en Historia, Guadalajara, Universidad de Guadalajara.

 

Velázquez Fernández, Francisco Javier (2010), De haciendas a ejidos: cambios y permanencias en la sociedad rural del val e agrícola Huejotitán-Zapotitán, municipio de Jocotepec, en un periodo de transición, tesis de maestría en Estudios sobre la Región, Zapopan, El Colegio de Jalisco.

 

Recursos electrónicos

 

Google Maps (2017), “Ubicación geográfica de Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, México”, Google, documento disponible en: (consulta: 09/05/17).

 

Entrevistas

 

Corona, Aarón (2017), entrevista realizada por el autor [mp3], Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, 17 de diciembre de 2017.

 

Díaz, Jesús (1998), entrevista realizada por el autor [audiocassete], Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, marzo de 1998.

 

Díaz, Jesús (2001), entrevista realizada por el autor [microcassete], Huejotitán, Jalisco, 1° de enero de 2001.

 

Hernández González, José Luis (2017), entrevista realizada por el autor [mp3], Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, 17 de diciembre de 2017.

 

Lamas Carmona, Albino (2001), entrevista realizada por el autor [microcassete], Huejotitán, Jalisco, 1° de enero de 2001.

 

Mosqueda Salinas, José (2007), entrevista realizada por el autor [audiocassete], Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, enero de 2007.

 

Reyes Rivas, Pbro. José de Jesús (2017), entrevista realizada por el autor [mp3], Zapotitán de Hidalgo, Jalisco, 17 de diciembre de 2017.

 

Siordia Jiménez, Manuel (2001), entrevista realizada por el autor [microcassete], Huejotitán, Jalisco, 1° de enero de 2001.

 

Notas

 

* El Colegio de Jalisco, A.C.

¹ Para Bajtin “El cronotopo es el lugar en que los nudos de la narración se atan y se desatan. Puede decirse sin ambages que a ellos pertenece el sentido que da forma a la narración. “[…] El tiempo se vuelve efectivamente palpable y visible; el cronotopo hace que los eventos narrativos se concreticen, los encarna, hace que la sangre circule por sus venas. Un evento puede ser comunicado, se convierte en información, permite proporcionar datos precisos respecto al lugar y tiempo de su acontecer […] Es precisamente el cronotopo el que proporciona el ámbito esencial para la manifestación, la representabilidad de los eventos” (1981: 250).

² Un ejemplo de el o fue el testimonio dado por Aarón Corona, en el que atribuye a la virgen chiquita haber sobrevivido a un secuestro sufrido en Culiacán hace algunos años, cuando regresaba de Estados Unidos (Corona, 2017).

³ Mateo, 5: 4 de 1994).

⁴ Lucas, 10: 21 de 1994). En realidad estas palabras son retomadas de Isaías, en el antiguo testamento, cuando señala que el Señor “A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado […]”. Isaías 61: 1 ( Biblia de 1994).

⁵ Archivo de la Arquidiócesis de Guadalajara (en adelante,

aag

). Sección Gobierno, Parroquia de Jocotepec, caja 3, carpeta Huejotitán 1896-1908.

aag

, Sección Gobierno, Parroquia Jocotepec, caja 3, exp. 2 (1911), carpeta 1909-1956.

aag

, Sección Gobierno, Parroquia Jocotepec, caja 4, carpeta 1958-1965.

Idem. Véase la opinión del pueblo sobre estas medidas en Hernández (2009: 26).

aag

, Sección Gobierno, Parroquia Jocotepec, caja 4, carpeta 1958-1965.

¹⁰

aag

, Sección Gobierno, Parroquia Zapotitán de Hidalgo.

¹¹ Aunque el nuevo templo, construido en 1952, estuviera dedicado a la virgen de Guadalupe, no estaba dedicado a la virgen chiquita.

¹² En Huejotitán se venera la virgen de Guadalupe desde 1715, lo que convierte al lugar en uno de los primeros en el estado de Jalisco, de ahí que el párroco de Zapotitán haya optado por no encimar la fiesta, por respeto a esa antigua tradición.

¹³ El documento que revela esta confesión del sacerdote se halla consignado en el libro de crónicas de la parroquia de Zapotitán de Hidalgo: “Confieso que eso que le sucedió a la imagen fue para mí motivo de grandes sufrimientos, de los que aún ahora no me he recuperado. Le llegué a decir a Dios que si muriendo se solucionaba el problema, estaba dispuesto a dar la vida. Pido a Dios perdón si hice algo malo. ¿Cuál fue la causa? Hoy me lo sigo preguntando. Dejo en manos de Dios este delicado asunto. Le sigo pidiendo una restauración milagrosa de la imagen y lo seguiré pidiendo, quiera Dios concedérnosla”.Archivo de la Parroquia de Zapotitán de Hidalgo (en adelante,

apzh

), Libro de crónicas.

¹⁴ Dice Carlos Herrejón que son “precisamente los que tienen ‘autoridad’ no judicial, sino específica [...] los líderes de tal o cual grupo” los que más influyen en la hechura de tradiciones (1994: 44).

¹⁵ José Luis Hernández, con el apoyo de sus familiares, costeó un baño de oro a la imagen, de modo que su aspecto fue modificado en los años noventa (Hernández, 2009: 29).

¹⁶ Hernández (2009: 28) da cuenta del testimonio de Angelina Gálvez quien dijo tener un Cristo del mismo material de la virgen; por tanto, existen indicios que refuerzan esta hipótesis.

¹⁷ En este sentido, el vigente Código de derecho canónico (Juan Pablo II, 1983), establece en su canon 1188 que “Debe conservarse firmemente el uso de exponer a la veneración de los fieles imágenes sagradas en las iglesias; pero ha de hacerse en número moderado y guardando el orden debido, para que no provoquen extrañeza en el pueblo cristiano ni den lugar a una devoción desviada”, y el poner una imagen que no corresponde en el sitio reservado para la Hostia Consagrada puede dar pie a desviaciones. Más aún, el mismo código, en su canon 2132 señala que “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado”, según lo establecieron los concilios de Nicea II, Trento y Vaticano II; y Santo Tomás de Aquino refuerza esta idea al señalar que “El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen”. Este es el parecer canónico, aunado a la determinación del Arzobispado de Guadalajara; todo indica que el culto a la virgen chiquita se dirige hacia ella, por más que el párroco actual señale que tanto esta imagen como la de la Purísima representan una misma esencia para el pueblo no es así, porque el objeto va más allá de la misma representación. Ahora bien, durante una entrevista con el actual párroco de Zapotitán de Hidalgo, este dejó entrever la necesidad de predicar como lo ha hecho, en el sentido de que importa más la representación que la propia imagen (Reyes, 2017). Por su parte, Guillermo Dellamary señala, para el caso mexicano, que es un pueblo más guadalupano que católico, pues “el guadalupanismo vive más centrado en la oración, la ofrenda y la petición a la Virgen. Sigue rituales y ceremoniales centrados en la Madre del Salvador, más que en el mismo redentor y llega a casi perder la presencia y la divinidad de la Santísima Trinidad. Cree y actúa como si en la misma Virgen converg[iera] toda la espiritualidad cristiana. Y sobre todo pide que se le cumplan milagros y resuelvan sus problemas por medio de su intermediación y cercanía con Dios” (Dellamary, 2017: 5A).