Mayordomos y bienhechores. La virgen de San Juan de los Lagos y las zonas mineras de Guanajuato, Zacatecas y Real de Bolaños en el siglo XVIII

Orígenes y expresiones de la religiosidad en México: Cultos cristológicos, veneraciones marianas y heterodoxia devocional


Mayordomos y bienhechores. La virgen de San Juan de los Lagos y las zonas mineras de Guanajuato, Zacatecas y Real de Bolaños en el siglo xviii

 

Omar López

 

A manera de introducción

 

En la actualidad el santuario mariano de San Juan de los Lagos figura como el segundo más concurrido del país. Sus más de seis millones de visitantes al año lo dejan sólo detrás del de la virgen de Guadalupe en la ciudad de México. La mayoría de los fieles se dan cita en las dos fiestas más importantes de la virgen: el día de la Candelaria (2 de febrero) y la Asunción (15 de agosto). A sus puertas llegan año con año devotos de los estados de Puebla, México, Hidalgo, Querétaro, San Luis Potosí, Guanajuato, Michoacán, Aguascalientes, Zacatecas, Nuevo León, Coahuila y, por supuesto, Jalisco. Además, sobre todo en el mes de diciembre, llega un buen número de fieles que radican en los Estados Unidos.

    El culto a la virgen de San Juan en todos estos lugares le ha otorgado una plataforma territorial que guarda consigo un gran número de personas, mismas que figuran como sus fieles devotos. Esta “cualidad” territorial de Nuestra Señora de San Juan no es nueva ni resultado de estos tiempos de globalización religiosa. Su expansión comenzó junto con su origen milagroso en el siglo Lo que hoy vemos cada fin de semana en San Juan de los Lagos es el resultado de un proceso que inició hace poco menos de 400 años. Los santuarios y las imágenes que ahí se veneran son importantes y populares en relación directa con la cantidad de espacio en el cual influyen, devocionalmente hablando. A más territorio conquistado por el culto, mayor cantidad de devotos y, por ende, mayor cantidad de recursos económicos para el crecimiento de la advocación. A esta plataforma espacio-devocional ligada a los santuarios se le ha llamado de varias formas. Christian (1990), un estudioso de este fenómeno en la España medieval, la llama “territorio de gracia”; Prat i Carós (2003), en sus trabajos sobre los santuarios en Cataluña, la refiere como “área devocional”. Con el incremento de estudios sobre vírgenes y santos locales en México, se ha vuelto recurrente el uso del concepto “región”. Velasco (2010: 187-188), por ejemplo, denomina “región devocional” al territorio ligado al Cristo Negro de Otatitlán en Veracruz, mientras que Rangel (2012), a propósito de la virgen de Huajicori en Nayarit, la nombra “región cultural”. Para Rangel (2012: 28) este concepto explica “el efecto que produce la devoción en el espacio social que hace se construya una plataforma religiosa popular que cohesiona a los conglomerados humanos que lo habitan y se deja ver una región que simpatiza con la imagen […]”.

    Todas las conceptualizaciones anteriores hablan de lo mismo, se parecen, se entienden. En el caso de las propuestas de Velasco y de Rangel, el término “región” es acertado por distinguirse ambos cultos como devociones netamente regionales y con fronteras, hasta cierto punto, claras. En este trabajo nos apegamos más a la expresión “área devocional” de Prat i Carós. Creemos, sin embargo, que para estudiar el alcance territorial de la virgen de San Juan es mejor identificar esta plataforma espacio-devocional como una “zona”; es decir, analizarla como una zona de influencia devocional, una denominación que no se limita a las difusas fronteras conceptuales de “región”, que han sido ampliamente discutidas en las ciencias sociales. “Zona” es un vocablo usado coloquialmente que, al igual que “región”, se construye dentro de una investigación de manera procesal e histórica, no es algo estático y esto permite darle dinamismo al término. Entendemos “zona” como un espacio geográfico determinado que tiene un elemento de homogeneidad. En este caso, a los territorios alcanzados por la devoción a la virgen de San Juan los une, esencialmente, la “fuerte” presencia de esta advocación; algunos comparten “arena” con otras imágenes marianas importantes; y otros, la libertad de expandirse sin rivalidad.

    Lo que presentamos aquí es un análisis de lo que Velasco llamaría el “radio de influencia regional del santuario” (Velasco, 2010: 187). Es decir, nos limitamos a estudiar una parte de esa plataforma espacio-devocional de la virgen de San Juan. Por lo anterior, en algunos momentos, en este trabajo aparecerá dibujada una advocación regional; sin embargo, desde su origen el culto a Nuestra Señora de San Juan fue tendiendo puentes que sobrepasaron el alcance territorial local. Sin más, el objetivo de este trabajo es esbozar cómo se construyó la zona de influencia devocional de la virgen de San Juan, para lo cual tomaremos como ejemplo la relación de la imagen con las zonas mineras de Guanajuato, Zacatecas y Real de Bolaños en el siglo Nos interesa observar cómo se posicionó la imagen en estos lugares después del primer milagro. También analizaremos cómo la presencia de la advocación en esos centros mineros permitió a los administradores del santuario contar con beneficios económicos importantes para sufragar la construcción de un nuevo templo.

    La zona de influencia devocional de la virgen de San Juan no se limita a estos centros mineros; es necesario aclarar que los apoyos para la obra del tercer santuario llegaron incluso de otras latitudes. Sin embargo, a partir de los años posteriores al milagro fundador del culto, las zonas mineras de Guanajuato y Zacatecas han estado muy presentes y fueron también clave un siglo después en el panorama de la construcción del tercer hogar de la imagen, entre 1732 y 1789. En ello radica la importancia de ahondar en la configuración de la relación de Nuestra Señora de San Juan con estos centros mineros.

    El primer apartado de este texto tiene como objetivo situar geográfica-mente al pueblo de San Juan de los Lagos en la formación de la Nueva Galicia, pero también en las décadas posteriores. En el segundo apartado abordamos el origen taumaturgo de la imagen, el germen que permitió la existencia de un santuario en el poblado. Por último, analizamos cómo se gestó desde el siglo xvii el arraigo de esta advocación en los mencionados centros mineros, así también la presencia y el papel desempeñado por habitantes de estos lugares como mayordomos de la fiesta del 8 de diciembre y como donadores para la obra del tercer santuario, esto ya en el siglo

 

San Juan: el pueblo

 

San Juan de los Lagos se fundó en el marco de la conquista y evangelización de la Nueva Galicia, probablemente entre 1531 y 1533 (López, 2015: 12-13). Antes había sido un pequeño asentamiento tecuexe. Tras la llegada de los españoles el pueblo fue bautizado como San Juan Bautista Mezquititlán o Fue fundado étnica y jurídicamente como un pueblo de indios adscrito, desde 1573, a la jurisdicción eclesiástica de la parroquia de San Salvador en el corazón de la región que hoy conocemos como Los Altos de Jalisco (Becerra, 2015: 31-32).

    Sobre los años posteriores a la fundación poco se sabe. Los pueblos de la zona, incluido San Juan, estaban sujetos al cuidado de los franciscanos. Dichos asentamientos, de por sí de pocos habitantes, se vieron mermados en su población tras la guerra del Mixtón. San Juan y los pueblos vecinos fueron repoblados con indios de Nochistlán en 1542. Fray Antonio Tello en su Crónica Miscelánea de la Provincia de Xalisco [1652] reseñó el acontecimiento:“[…] sacaron del pueblo de Nochistlán algunos indios para poblar el pueblo de San Gaspar, cerca de Xalostotitlán y del origen de esos se fundaron cuatro, que son Mixtic y este de San Juan que está a la orilla de un río y Mezquitic y otros tres que hay en el beneficio” (Tello, 1984: 401).

    Tello le llama fundación, pero en realidad fue un repoblamiento, acontecimiento que trajo una mediana estabilidad demográfica a los pueblos. Para el resto del siglo xvi la información sobre San Juan es prácticamente inexistente. Es probable que el lugar se haya convertido en un puesto de indios y que sirviera como punto de contención contra los chichimecas, y de descanso de viajeros o comerciantes. Tenía como ventaja ser un pueblo de paso obligado en el camino hacia Guadalajara desde que se descubrió la existencia de minas en Zacatecas y Guanajuato.

    El estado de contención contra los chichimecas no fue exclusivo del pueblo de San Juan. Para el siglo xvi la zona era considerada una frontera entre los territorios conquistados y los disputados. La configuración fronteriza de la región obligó a la Corona a implantar una estrategia de ocupación de territorio que dio como resultado la fundación de la Villa de Santa María de los Lagos en 1563 y de una gran variedad de estancias y ranchos en la zona (Fábregas, 1986: 139).

    En los albores del siglo xvii el contexto había cambiado y las poblaciones de la región mostraban mayor estabilidad. La Descripción de la Nueva Galicia de 1621 de Arregui (1980) muestra la Alcaldía Mayor de Jalostotitlán como una “de las mejores que se proveen en este reino [Nueva Galicia] y su jurisdicción de las más ricas por las grandes estancias y crías de ganado que hay en toda ella y labores de maíz, y otras cosas así del campo […]” (Arregui, 1980: 159); respecto a Santa María de los Lagos señala que “[tenía] más de 30 vecinos españoles sin los que viv[ían] en las estancias cerca de ella, y lo más hombres ricos y de muy saneadas haciendas”, y menciona también que se componía de “un clérigo cura, y su beneficio e[ra] el mayor del reino [Nueva Galicia] por la grosedad de los diezmos” (Arregui, 1980: 160).

    En medio de estas dos “ricas jurisdicciones” descritas por Arregui se encontraba el pueblo de indios de San Juan que, aunque no era invisible, su única virtud era que se encontraba en el camino que lleva de la capital neogallega hacia el norte. Para las primeras décadas del siglo xvii esto lo volvió un punto clave en el primigenio intercambio comercial del virreinato, pues por él pasaba la ruta de Guadalajara a Zacatecas, a San Luis Potosí y tangen-cialmente a Guanajuato, por tanto, gozaba de una “situación muy atractiva” todavía sin detonar a principios de ese siglo.

 

El origen taumaturgo de Nuestra Señora de San Juan

 

En las primeras décadas del siglo xvii San Juan era un puesto de indios con pocos habitantes y poca infraestructura. Unas chozas, un hospital y una pequeña ermita con techo de paja conformaban el pueblo. Todo cambió cuando una imagen de la virgen —que habían dejado los evangelizadores franciscanos casi un siglo antes— se reveló taumaturga.

    La versión alimentada por unos informes de 1668 y que recogió Florencia en su libro Origen de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia, de 1694, cuenta que cerca de 1623 llegó a San Juan —proveniente supuestamente de San Luis Potosí— una familia de volantines que iba camino a Guadalajara. La familia se detuvo en el pueblo para ofrecer alguno de sus espectáculos. Florencia (1998) señala que estuvieron “quatro ô cinco días” y que enseñaba a sus dos hijas a “voltear y hacer pruebas sobre dagas y espadas”. En una de esas representaciones “resvaló una de las hijas, al parecer la menor, y cayendo sobre la punta de la daga se mató”. La menor fue amortajada y preparada para su sepultura. Una india del pueblo, de nombre Ana Lucía, vio tan cons-ternados a los padres que les habló de una pequeña imagen de la virgen María que estaba en la sacristía de la ermita y que ella había visto hacer maravillas. La imagen, maltratada por el olvido, fue llevada junto a la niña y al colocarla sobre su cuerpo la pequeña revivió (Florencia, 1998: 54).

    El padre, a manera de agradecimiento con el pueblo, ofreció a los indios llevar la imagen a Guadalajara y pagar su remozamiento, pues estaba muy dañada. La misma noche en que el volantín llegó a la capital neogallega dos hombres aparecieron ofreciendo arreglar a la virgen. Así lo hicieron y la entregaron totalmente restaurada. No volvieron a ver a aquellos hombres quienes se fueron sin cobrar su trabajo. Ante las especulaciones, Florencia (1998: 54) se atrevió a escribir: “Ángeles sin duda eran”.

    Esta versión del milagro reproducida por el jesuita Florencia es, sin duda, la que más detalle otorga y es la más sustentada pues, como hemos comentado, se basa en el informe de 1668 levantado por el vicario de Jalostotitlán Juan Gómez de Santiago. El informe tuvo como fuente una entrevista a Juan Contreras Fuerte, en ese momento capellán mayor del santuario, quien en 1634 había visitado el pueblo de San Juan para hacer una averiguación acerca del milagro tan sólo 11 años después de haber ocurrido, por tanto, hace referencias a testigos directos como la india Ana Lucía.

    No obstante, la noticia más cercana a la época del milagro la aporta fray Antonio Tello en su Crónica de 1652 y en ella encontramos algunas diferencias . Por ejemplo, no habla de volantines, aunque sí de una familia de San Luis Potosí que llegó al pueblo y que una de las hijas murió durante su estancia. Da el año de 1630 como fecha en la que ocurrieron los hechos; la india que atestiguó lo anterior se llamaba María Magdalena, y en su versión fue un solo hombre quien aderezó la imagen en la ciudad de Guadalajara.

    Las discrepancias entre la versión de Tello y Florencia tienen que ver con las fuentes. Tello recogió la información directamente de Diego de Camarena quien era, en el tiempo del primer milagro, cura de Jalostotitlán. Por otro lado, Florencia utiliza los informes que pidió el obispado de Guadalajara y que, entre otras cosas, son más detallados. Para Santoscoy (1903: 38-44), de acuerdo con su Historia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos y del Culto a esta milagrosa las diferencias entre ambos autores sólo muestran que coinciden en lo esencial, una evidencia de que el mito fundante fue real.

    Tal vez lo importante no es saber a detalle si ocurrió o no. Lo que es una realidad, históricamente comprobable, es que después de aquellacontecimiento el pueblo no fue el mismo. En los años posteriores sufrió transformaciones profundas. Los peregrinos comenzaron a llegar a la ermita a raudales, el culto se fue haciendo de algunas riquezas. Todo ello llevó a Diego de Camarena a pedir, desde su investidura como cura de Jalostotitlán, que se permitiera a los españoles vivir en San Juan para administrar el santuario. La españolización llegó en 1633, junto con un nuevo nombre para el poblado: San Juan de los Lagos, adoptado por su adscripción civilla Santa María de los Lagos (Santoscoy, 1903: 69-72). Los indios de Mezquititlán fueron “sobre-pasados por el éxito de su icono” (Calvo, 1997: 279), el pueblo se mestizó y el culto se extendió por todo el reino y más allá de sus fronteras.

 

Promoción y arraigo de la virgen en las zonas mineras

 

La fuerza propagandística: las vírgenes peregrinas

 

La configuración de la zona de influencia de la virgen de San Juan comenzó inmediatamente después del primer milagro y en dos puntos geográficos en especial: Zacatecas y el obispado de Michoacán. La primera característica expansiva de la imagen en ese tiempo tuvo que ver con su poder taumaturgo. Los milagros que sucedieron al de la niña volantinera fueron el principal mecanismo de promoción, después fue el uso de las vírgenes peregrinas. Esta estrategia, a diferencia del rumor de boca en boca de los milagros, estuvo bien planeada y mejor ejecutada por los diferentes administradores del santuario.

    Según Moro, estudiar el uso de imágenes peregrinas es importante para entender los santuarios novohispanos. No podríamos estar más de acuerdo. No es posible, para el caso de San Juan, entender el éxito de esta advocación sin el trabajo de promoción que los demandantes hacían a través de las peregrinas. Moro describe al santuario de San Juan como el que ha “recurrido de manera más exitosa a los demandantes” (Moro, 2017: 1765). Calvo (1997: 275) define a la virgen de San Juan como una “experta en las relaciones públicas”.

    Sin duda, los promotores de Nuestra Señora de San Juan cumplieron muy bien con su labor. Los siglos xvii y xviii compiten particularmente entre sí en el plano devocional. En los caminos de todo el virreinato había recuas de mulas que llevaban en sus carretas copias de vírgenes y santos locales. Así, iban de sitio en sito y se pedía limosna para el sostenimiento de los cultos o para ayuda de las cofradías.

    El uso de las peregrinas fue una tradición heredada de la península; sin embargo, en América se sistematizó a partir de la necesidad de promover los cultos locales en un territorio tan amplio como la Nueva España (Calvo, 2009: 415-416). Las primeras giras de la virgen peregrina de San Juan datan de unos años después del primer milagro, ocurrido en 1630. Uno de los primeros demandantes, Blas de la Virgen, recorrió el norte del virreinato acompañado de la imagen peregrina de Nuestra Señora de San Juan durante cerca de 30 años (Florencia, 1998: 99; Moro, 2017: 1765-1766). Estas giras fueron tan fructíferas que el santuario tuvo a bien crear otra peregrina para que ambas recorrieran al mismo tiempo distintas zonas de la Nueva España (Moro, 2017: 1766). El éxito de Nuestra Señora de San Juan en esta actividad no se debe solamente a la capacidad de sus demandantes, sino también a la situación geográfica del santuario. San Juan de los Lagos es de los pocos santuarios que florecieron en el siglo xvii que no estaban dentro de los grandes centros urbanos (Moro, 2017: 1766). Como se menciona en un apartado anterior, el santuario estaba en una situación de frontera no sólo geográfica, también jurisdiccional. Esto le permitió ganar adeptos en otros obispados, así como un mayor rango de expansión. Por este motivo varios investigadores (Ibarra y Gálvez, 1996: 583) han llamado a Nuestra Señora de San Juan: “una Virgen de frontera”.

    Las imágenes peregrinas de Nuestra Señora de San Juan fueron especialmente importantes para la formación de una amplia zona de influencia devocional. El manejo magistral de esta estrategia de promoción les permitió a los administradores del santuario situar el culto a la virgen en espacios tan alejados y tan competidos, devocionalmente hablando, como la capital de la Nueva España y el obispado de Puebla (López, 2015: 58-84).

 

Las vírgenes peregrinas: promoción y arraigo en los centros mineros

 

La relación entre los centros mineros y el culto a Nuestra Señora de San Juan se remonta al origen del santuario. Francisco de Florencia, en su libro sobre las vírgenes de Zapopan y San Juan, escribe: “Esta Imagen de San Juan es celebrada en toda la Nueva-Galicia, por sus grandes maravillas y favores, que todos los de ella experimentan, especialmente los de Zacatecas y Aguas Calientes, y toda aquella comarca, como al fin de esta obra constará” (Florencia, 1998: 47) y en repetidas ocasiones nombra a los pobladores de Zacatecas como devotos de la virgen de San Juan. Pero no es una mera percepción del jesuita, este escribe su libro a través de los documentos del archivo del santuario de San Juan. De esta manera transcribe un inventario de regalos que recibió la virgen en la década de 1660 y se encuentra con un apartado dentro de la relación dedicado a reseñar los regalos “solo de Zacatecas” (Florencia, 1998: 133). Por tanto, los devotos de aquella jurisdicción fueron muy importantes para los primeros pasos de la advocación. Lo anterior debido, probablemente, a la ausencia de lugares sacros en el norte; por ende, al no tener iconos propios se adoptaron imágenes foráneas para “sus prácticas devotas de celebración y culto religioso” (Ibarra y Gálvez, 1996: 538).

    La presencia del culto en Guanajuato al parecer no fue tan contundente al principio. Esta ciudad está situada en la región que conocemos como El Bajío, por tanto, se encontraba relativamente cerca del santuario de San Juan, pero en el siglo xvii existían en la región advocaciones locales que pudieron haber competido con la de San Juan durante su expansión a esa zona. Con lo anterior, el arraigo de la virgen en Guanajuato tuvo que ser un poco más trabajado. Ahí los demandantes, apoyados por las imágenes peregrinas, fueron muy importantes.

    En el archivo del santuario de Nuestra Señora de San Juan han sobrevivido, parcialmente, dos giras de estas peregrinas. Comentábamos líneas arriba que esta práctica en San Juan comenzó alrededor de 1630. Sobre los viajes de los demandantes de esa época no hay documentación. Más allá de lo que reseñó Florencia sobre el papel de Blas y Adrián como limosneros “estrellas” de la virgen, realmente poco se sabe. Sin embargo, se ha conservado información, y está disponible para su consulta, de dos viajes de las peregrinas, uno durante la segunda mitad del siglo xvii y otro en 1743. El primero de esos periplos se realizó entre 1667 y 1669 y estuvo a cargo del hermano Francisco de la El viaje tenía un objetivo particular: conseguir recursos para la conclusión del segundo santuario de la virgen, ya avanzado en obras. Sin embargo, por la cantidad de dinero recolectado, pareciera un mero discurso, pues evidentemente los viajes se hacían para sellar la presencia de la virgen en los lugares a los que llegaba.

    Del viaje realizado entre 1667 y 1669 destacan varias cosas. En primer lugar, hay que subrayar el valor que tenía la advocación para los altos mandos del obispado de Michoacán; la virgen llegaba a la Catedral de Valladolid y ahí se quedaba por varios días, incluso, algunos de los prelados de aquella mitra fueron testigos de milagros durante su estancia en el lugar. Hubo un recorrido por la zona que va de León a Querétaro, teniendo como punto central las minas de Guanajuato. También se recorrió gran parte del norte del virreinato, pasando por Aguascalientes y San Luis Potosí y tuvo como límite No aparece Zacatecas en este viaje, pero sí Real de Ramos que forma parte del contorno medio de la ciudad. Por el tiempo que duró la gira y la cantidad simbólica de recaudación, fue un viaje de promoción.

    Las minas de Guanajuato aparecen como parte importante del recorrido en las que se permaneció más días que en otros lugares; sin embargo, la presencia, si la medimos a partir de la recaudación, no es tan contundente como sí lo es en la parte central del obispado de Michoacán, sobre todo en la capital episcopal. La menor rentabilidad recaudatoria de Guanajuato y sus minas se puede explicar por varios factores (como la productividad de estas en aquellos años), pero es claro que la relación, aunque importante, no lo es tanto como en otros lugares que también se visitaron en ese recorrido.

    Un siglo después, en 1743, los demandantes hicieron un viaje más corto, pero en circunstancias similares al anterior. Se estaba construyendo el tercer santuario de la virgen de San Juan y, además de dinero, se necesitaba motivar a los devotos a participar en la empresa la cual ya llevaba una década ejecutándose. El viaje se hizo de marzo a septiembre de ese año. Alrededor de siete meses intensivos en los que tuvieron a bien dirigirse a lugares donde tendrían la mayor recaudación de limosnas posible.

    Los demandantes lo tenían claro, el destino principal eran las minas de Guanajuato. Se dirigieron ahí en primer lugar, después recorrieron el resto del Bajío y fueron hasta Sierra de Pinos, ahí concluyó el viaje. En la ciudad de Guanajuato estuvieron 20 días, mientras que en los otros lugares sólo uno o cuando mucho dos. Pasaron toda la semana mayor en aquella ciudad. Después de los días santos los demandantes realizaron una gira por las minas de los alrededores. Comenzaron por la mina de La Cata, y siguieron por la de Mellado, la de Santa Anita y la de Rayas. El mes de junio fue el más rentable, en la mina de Santa Úrsula recibieron 550 pesos, en la de San Lorenzo 225 pesos y 100 en la mina de la Sólo para dimensionar, el día más productivo en la ciudad de Guanajuato fue el jueves santo con 16 pesos y dos reales y medio. En una sola mina recibieron más de 550 pesos. Claramente esta fue una gira de recaudación para la construcción del tercer santuario y el objetivo principal eran las minas de Guanajuato.

    Por su cercanía geográfica y por ser un sitio de frontera el santuario de Nuestra Señora de San Juan logró tener presencia y arraigo en el centro minero de Zacatecas. Respecto a Guanajuato las cosas fueron un tanto diferentes, su presencia no es contundente en las primeras décadas después del primer milagro, en ese caso, las imágenes peregrinas y los demandantes en su papel de promotores debieron emplearse en posicionar al culto en esa zona. El viaje de 1667 a 1669 es prueba de ello. La gira de recaudación en 1743 es ya una muestra clara del arraigo del culto en la ciudad de Guanajuato y en sus minas.

    Los viajes de la peregrina no son el único escenario en el que se puede medir la presencia de la virgen de San Juan en los centros mineros; se observa mejor en el contexto de la construcción del tercer santuario y la fiesta del 8 de diciembre.

 

Mayordomos en la fiesta, bienhechores para la obra: las zonas mineras y la virgen de San Juan en el siglo xviii

 

Los contextos

 

La fiesta

 

La primera celebración que se llevó a cabo en honor a la virgen de San Juan de los Lagos fue la de la Asunción, el 15 de agosto. Este festejo tiene su origen en 1655. Las sucesivas conmemoraciones a esta advocación en el santuario fueron gracias a que el capitán Juan de Espíndola y su esposa, Catalina López de Baena, ambos vecinos de la ciudad de México, hicieron una donación de mil ovejas de vientre y tijera a Nuestra Señora de San Juan. Según lo presupuestado los animales permanecerían en las tierras de los donantes y otorgarían 5% de renta anual, es decir, se daban 50 pesos para que se celebrara la Asunción de María en el santuario de San Juan con misa y procesión (Márquez, 1966: 38-39). Por este motivo, durante los años venideros la fiesta titular de la virgen fue el 15 de agosto hasta que en 1666 el obispo Francisco Verdín de Molina mandó que se celebrara la fiesta de la Inmaculada como la principal de la virgen de San Juan otorgando indulgencia plenaria a los asistentes (Santoscoy, 1903: 124).

    Según el testimonio de Juan Contreras Fuerte, él mismo en 1634 ya había advertido que la imagen que se veneraba en el santuario de San Juan tenía como advocación a la Inmaculada Concepción (Florencia, 1998: 53). Lo anterior no era una anormalidad, los hospitales de indios fundados por los franciscanos durante la evangelización tenían como una de sus principales actividades promover entre los naturales la devoción a la Inmaculada Concepción de María (Nájera, 2006: 32).

    Seguramente no se tomaron en cuenta las observaciones de Contreras Fuerte, pues en aquel tiempo la prioridad era comprobar la autenticidad del milagro. No obstante, en 1666, ya con un culto establecido y apoyado por el obispado de Guadalajara, fue necesario y útil instaurar una fiesta “oficial” y anual para la virgen. Ese primer año, cuenta Santoscoy (1903: 125), participaron “dos mil almas” algo raro en un “despoblado, como es el Pueblecito de San Juan”. Al pasar los años la fiesta fue creciendo junto con la fama de la virgen. Hacia el siglo xviii lo que se celebraba en San Juan el 8 de diciembre era más una feria mercantil que una fiesta religiosa. Por su ubicación geográfica el santuario, en el que confluían varios caminos, se convirtió en el punto de encuentro de comerciantes minoristas que se surtían en el pueblo los días de fiesta y aprovechaban para vender sus mercancías. Algunas fuentes señalan que en 1792 el concurso de asistentes a San Juan superaba los 35 000 y rendía de impuesto entre 14 000 y 16 000 pesos (Menéndez, 1980: 190). Tanta fue la importancia comercial del 8 de diciembre en el pueblo, que en 1797 el rey le otorgó el título de feria libre de alcabala (Santoscoy, 1903: 243).

    Con todo, el 8 de diciembre fue una fecha que mantuvo su carácter religioso durante todo el siglo Se celebraban la misa y la procesión y se encendían los fuegos artificiales en honor a la virgen, casi siempre con algunas disputas por el espacio con los comerciantes (López, 2015: 140-146).Para sufragar los gastos de la fiesta el santuario se servía de los mayordomos. En la época del capellán mayor Francisco del Río (1724-1765) cada año se invitaba a uno o dos devotos “importantes” para cumplir con dicha función.

 

La obra

 

En 1730 el bachiller Francisco del Río Tirado llevaba seis años sirviendo como capellán mayor del santuario de Nuestra Señora de San Juan. Ese año decidió ir a la dedicación del nuevo templo de la virgen de Zapopan. En el acto, cuenta el mismo capellán, fue llamado por el obispo Nicolás Carlos Gómez de Cervantes quien le pidió que “se alentase, y tomara valor y se le haría otro templo tan magnifico como el de Zapopan, a esta prodigiosa Señora de San Por consiguiente, lo animó a que corriera la voz entre los devotos del obispado y de los otros lugares y también a que fuera a Zacatecas y Guanajuato “para ver que medios se

    Del Río cumplió con lo mandado y en 1732 le escribió al obispo diciéndole que tras su viaje a las ciudades de Zacatecas y Guanajuato había recolectado 4 400 pesos para comenzar la obra y que había “mejores esperanzas para lo de Gómez de Cervantes le pidió que contratara al maestro mayor Pedro de Arrieta para que ejecutara la obra. Al final, no pudo llegar el renombrado maestro y, en su lugar, se hizo cargo de la obra Juan Rodríguez de Finalmente, el 28 de noviembre de 1732, el obispo Gómez de Cervantes llegó a San Juan de los Lagos. La noche siguiente salió a recorrer el pueblo para encontrar el mejor sitio para levantar el nuevo templo: el contorno poniente de la plaza principal. El 30 de noviembre de 1732 fue puesta la primera piedra por el obispo y su comitiva. El 4 de diciembre Gómez de Cervantes dejó la obra en Comenzó la aventura de Francisco del Río para conseguir recursos y proseguir con la construcción, una obra que terminaría para el capellán en 1765, pero que se concluiría en su totalidad hasta 1789 (López, 2015: 124).

 

La función de mayordomía y las limosnas para la obra desde Guanajuato, Zacatecas y Real de Bolaños: 1724-1764

 

Una aventura constructiva como la que hemos esbozado en el apartado anterior no se emprende de la nada. Cuando el obispo Gómez de Cervantes le hizo la propuesta de un nuevo templo al capellán Del Río, este último ya sabía muy bien a quién recurrir. Sin duda, ya con seis años de servicio en el santuario conocía a los más importantes devotos de la virgen y sus posibilidades financieras para llevar a buen puerto la magna obra.

    Fueron varias las estrategias que siguió el capellán para captar el capital necesario a fin de cubrir los gastos: giras de recolección de limosnas a través de las peregrinas, venta de alhajas de la virgen, venta de reliquias (como los panecitos y medidas) y, por supuesto, lo que mayor recaudación trajo: la donación de los fieles. En cuanto a esta última, la función de mayordomía fue muy importante para acercar y comprometer a los devotos más influyentes de la virgen con la obra. La obligación de los mayordomos era pagar la función del 8 de diciembre, lo que hiciera falta, música, alimentos para los celebrantes y hasta los fuegos artificiales. En consecuencia, ser mayordomo de la fiesta de la virgen de San Juan era honroso y abonaba al prestigio del devoto, además, permitía cumplir con las obligaciones de ser un buen cristiano.

    Para analizar la función de mayordomía y su relación con la captación de recursos para la construcción nos valemos de una lista dejada por Francisco del Río en la que enumera a los mayordomos de la fiesta de la virgen entre 1724 y En ella el capellán expresa que su intención es que “no se pierda en el tiempo tan loable frase que recuerda a Heródoto y su deseo de que “no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres”.

    Son 42 los enlistados por Del Río aunque, lamentablemente, no se especifica el año de su función. Se puede especular sobre este dato a partir del lugar que ocupan en la lista, por tanto, los años que referimos son a expensas de ello. Lo primero que llama la atención tras la revisión del documento es que hay dos tipos de mayordomos: individuales y grupales. Por un lado tenemos a los fieles devotos “importantes” y, por el otro, agrupaciones de personas que sirven y pagan la fiesta en determinado año. Los segundos, para este periodo de 1724 y 1764, son los operarios de minas.

    Otra cosa que llama la atención es la gran presencia de mayordomos provenientes de las zonas mineras. De los 42 enlistados, 28 son originarios de algún centro minero: 20 de ellos fungieron como mayordomos de manera individual y los ocho restantes corresponden a los operarios de las minas de esos lugares. En términos de porcentajes estamos hablando de casi 67% de los mayordomos, de los cuales la mitad, es decir 14, tenían como vecindad la ciudad y las minas de Guanajuato. Le sigue Real de Bolaños con seis mayordomos, Zacatecas con tres, el Real de Santa Rosa con dos y Sombrerete, Real del Mezquital y las minas de Guadalcázar con uno. Entonces, Guanajuato, Zacatecas y Real de Bolaños corresponden, con 23 mayordomos, a más de la mitad de los que sirvieron entre 1724 y 1764, concretamente 55% del total (véase cuadro 1).

    Con los datos anteriores es de destacar la importancia de estos tres centros mineros en el siglo xviii para el culto y más recordando que era la época de la construcción de una obra que necesitaba financiamiento. En ese contexto Del Río echó mano de lo que conocía: esos devotos que fueron o que eran mayordomos potenciales, la relación mayordomía-donaciones para la obra es muy estrecha. Ahí surgen con fuerza los centros mineros, sobre todo Guanajuato y Zacatecas, en menor medida Real de Bolaños. Pero es mejor ver caso por caso.

 

Cuadro 1

Número de mayordomos por su lugar de residencia

 

Lugar de origen

Número de mayordomos

Guanajuato

14

Real de Bolaños

6

México

6

Zacatecas

3

Querétaro

2

Real de Santa Rosa

2

Sombrerete

1

Real de Mezquital

1

Saltillo

1

Numarán

1

Hacienda la Quemada

1

Aguascalientes

1

San Miguel

1

Minas de Guadalcázar

1

Sin dato

1

 

Fuente: elaboración del autor con base en ahcbsjl, Mayordomos…1724-1764, fs. 1-2v.

 

Zacatecas: el primer impulso

 

Cuando en 1730 el obispo Gómez de Cervantes instó al capellán Del Río a visitar Zacatecas y Guanajuato para buscar el primer patrocinio para la obra este regresó con 4 400 pesos y con una sensación optimista para el futuro. De Zacatecas mencionó a dos devotos que apoyaron de manera importante para ese primer “aporte” presupuestario: Josefa Rosa Martínez de Arratia y José Beltrán Ambos eran parte de la misma familia: Barnuevo estaba casado con la sobrina de Juana Josefa y esta última formaba parte de una de las familias más ricas de la ciudad. Comerciaban con ganado y sus derivados a partir de la propiedad de varias haciendas entre las que destacaban las de San Pedro y San Juan de Trancoso al sur de la jurisdicción (Herrera, 2011).

    No es de extrañar que Josefa Rosa Martínez de Arratia, a quien podemos considerar de las primeras bienhechoras de la obra, encabece la lista de los mayordomos; probablemente su función fue la primera en la era de Francisco del Río como capellán, en Doña Josefa Rosa se presentó hasta su muerte como una gran devota de la virgen de San Juan y, por tanto, auspició la obra y dio obsequios a la imagen en distintos momentos. Al morir dejó fincados mil pesos en sus haciendas para que con los réditos se cantaran dos misas en viernes de Cuaresma, y que lo sobrante se aplicara para la ayuda de la construcción del nuevo

    El segundo en la lista de mayordomos también es de Zacatecas: Juan Ignacio de Larrañaga, minero y comerciante de la ciudad, sobrino de Gaspar de Larrañaga considerado el fundador del Real de Asientos de Ibarra (Ríos, 2001: 91). Juan Ignacio heredó los bienes de su tío en 1716 y, al parecer, también compartió con él su devoción a la virgen de San Juan, pues Gaspar llegó a donar para el santuario una lámpara de 400 marcos de La función de mayordomía de Larrañaga debió ser, por el lugar en la lista, en 1725. La tercera y última función de mayordomía de Zacatecas la realizaron, al año siguiente, todos los pobres operarios de minas de la ciudad.

 

Guanajuato y sus minas

 

Guanajuato es la ciudad que más mayordomos aportó durante la etapa de Francisco del Río como capellán. De los 14 enlistados, nueve son devotos “importantes” de aquella ciudad y cinco son operarios de distintas minas de su jurisdicción.

    Al igual que Zacatecas, Guanajuato fue visitada por Francisco del Río en esa primera gira de recaudación para la obra. En esta ciudad, dice el capellán, encontró el apoyo de don Francisco de quien es, por parte de Guanajuato, uno de los primeros donadores fundadores para la construcción. No es de extrañar que el nombre de Del Río figure en el número siete de la lista de mayordomos, función que llevó a cabo probablemente alrededor de 1730, año en el que el capellán y el obispo Gómez de Cervantes proyectaron la construcción del nuevo templo.

    Hay otros nombres que destacan en la lista y que en ese momento figuraban como los grandes mineros del siglo xviii en Guanajuato. Está, por ejemplo, el marqués de San Clemente, Francisco de Bustos y Jerez, primer minero de la ciudad en recibir un título nobiliario, que hizo su fortuna rehabilitando y explotando la mina de Mellado y, sobre todo, la mina de Cata (Brading, 2004: 353-404). Le sigue en la lista José de Sardaneta, otro prohombre de la minería guanajuatense del siglo que fungió como mayordomo de la fiesta en Inició en la minería de la mano de su hermano Pedro hasta que este último quebró. En 1727 José de Sardaneta compró la mina de Rayas y realizó constantes mejoras tecnológicas en la minería hasta su muerte, en 1741 (Brading, 2004: 352-353).

    Completan la lista de mayordomos provenientes de Guanajuato Juan Antonio Carriedo, también minero; Jacinto Madroñero, minero y yerno del marqués Francisco Bustos; Francisco de Arrivarrojo, Pedro de Hinojosa de la mina de Santa Anita y Tadeo Algunos de ellos aparecen como miembros de la Junta de Electores y de la Diputación minera de Guanajuato a partir de la segunda mitad del siglo xviii (Brading, 2004: 464-467).

    Más allá de identificar a estos personajes de la élite regional como mayordomos de la fiesta, se debe resaltar la participación tan importante de las minas de Guanajuato en la celebración del 8 de diciembre y, sobre todo, en la construcción del tercer templo. Como ya hemos señalado, en 1743 los demandantes de la virgen peregrina se dirigieron a Guanajuato para recaudar limosnas en favor del nuevo templo; al final del periplo trajeron consigo una buena cantidad de dinero para seguir con la obra (véase cuadro 2).

 

Cuadro 2

Minas de Guanajuato que fueron visitadas por la peregrina en 1743

 

Nombre de la mina (Propietario)

Mina de La Cata (Francisco Bustos y Jerez)

Mina de Mellado (Francisco Bustos y Jerez)

Mina de Santa Anita

Mina de Rayas (José de Sardaneta)

Mina de Santa Úrsula

 

Fuente: elaboración del autor con base en

ahcbsjl

, Mayordomos…1724-1764, fs.1-2.

 

En 1746, tres años después de aquel viaje relámpago, el obispo de Guadalajara instó al capellán Del Río a visitar de nuevo las minas de aquella ciudad ya que “se hallaban en bonanza”. El capellán fue personalmente y llevó consigo 5 500 pesos de limosna, y se le dio “un pueblo en un día”, en la mina de Santa Anita, donación que trajo consigo más de 8 000 pesos en los años siguientes, todo para la

    Las cantidades donadas por los operarios de las minas de Guanajuato en distintos momentos son muy importantes. Todas las minas de Guanajuato cumplieron como mecenas de la fiesta en 1740. La recolección de las limosnas y su entrega al santuario estuvo a cargo del capitán Antonio de Luna. De todo lo donado por los operarios sobraron 3 000 pesos que fueron dados para la obra. Cuatro minas participaron de forma individual: Santa Anita sufragó la fiesta en 1736, los operarios de la mina de Rayas de José de Sardaneta participaron en 1737, los “pobres operarios” de San Nicolás del Monte en 1738, los de la mina de Cata de Francisco de Bustos hicieron lo propio en 1739. Estos últimos, aportaron otros 4 000 pesos para fines de la (véase cuadro 3).

 

Cuadro 3

Minas de Guanajuato en las que sus operarios fungieron como mayordomos

 

Nombre de la mina (hipotética fecha de función)

Mina de Santa Ana (1736)

Mina de Rayas (1737)

San Nicolás del Monte (1738)

Mina de Cata (1739)

Todo el común de las minas de Guanajuato (1740)

 

Fuente: elaboración del autor con base en

ahcbsjl

, Mayordomos…1724-1764, fs.1-2.

 

Si los años corresponden con el lugar en la lista, que es lo más probable, las funciones de mayordomía de las distintas minas de Guanajuato fueron anteriores a las cuantiosas donaciones en los viajes de 1743 y 1746. ¿Podríamos estar hablando entonces de una estrategia de Del Río para, a través de la mayordomía, comprometer a los operarios de minas con la obra? Seguramente sí, pues de esa manera el capellán tenía potenciales donadores que ya habían servido como mayordomos y así podía acudir a ellos ante cualquier eventualidad (como Martínez de Arratia y los grandes mineros de Guanajuato). Además, el nuevo concepto grupal de mayordomos (los operarios de las minas) le proporcionaría al santuario literalmente una “mina” de recursos cuando fuera necesario.

    Durante la primera mitad del siglo xviii las minas de Guanajuato fueron una fuente importante de recursos para la obra del tercer santuario. Seguramente tuvo mucho que ver que durante casi todo el siglo xviii estas minas se convirtieron en las más productivas de América, al ser el mayor centro de producción de plata del mundo (Brading, 2004: 349). Por eso desde el obispado de Guadalajara le pidieron al capellán Del Río que fuera a pedir la limosna dado que se “hallaban en bonanza”.

    Las donaciones provenientes de Guanajuato, de sus mineros y, sobre todo, de sus operarios fueron importantísimas para que la obra se llevara a cabo sin mayores contratiempos. Entre mayo de 1745 y febrero de 1749 se gastaron en la obra 29 899 pesos y se recibieron de limosnas 31 014 pesos y un real. Es decir, en ese periodo —coincidente con el regreso de Del Río a las minas de Guanajuato— se trabajó en la construcción con números negros, algo que no sucedió en ningún otro Evidentemente no todo ese dinero llegó de Guanajuato, aunque sí en su mayoría; otra parte llegó desde un nuevo centro minero que comenzó a ser explotado hacia principios del siglo Real de Bolaños.

 

Real de Bolaños y los nuevos mineros

 

De forma particular participaron cinco personajes de la élite de Real de Bolaños y en una ocasión, los operarios de minas de aquel Real. En el siglo xvii no hay referencias ni en los viajes de las peregrinas ni en las informaciones de milagros sobre la presencia del culto a Nuestra Señora de San Juan en dicho lugar. Entonces, ¿por qué Bolaños aparece a mediados del siglo xviii dentro de la zona de influencia devocional de la virgen? Encontramos la respuesta en el devenir histórico del poblado: las minas del Real de Bolaños no fueron aprovechadas sino hasta los albores del siglo pues era un territorio que aun avanzada la época colonial no estaba pacificado. Ruiz Medrano (2014: 203) sitúa el auge extractivo de dicho Real entre 1748 y 1758 y, coincidentemente, corresponde con su aparición en la lista de mayordomos de la fiesta y en el radar de los limosneros.

    Las mayordomías individuales de los originarios de Bolaños están encabezadas por José de Echazarreta, Bernardo Gutiérrez y José Barranco, todos ellos mineros. El último, José Barranco, es considerado por la cultura popular de aquella región como el descubridor de las minas y el fundador de Bolaños. La realidad es que los yacimientos habían sido descubiertos décadas atrás. La posición de este nombre en la mente de los actuales pobladores de Bolaños tiene que ver con que fue protagonista de la época de mayor auge minero en el Real, a mediados del siglo xviii (López, 1974: 425).

    El primer Barranco que llegó a Bolaños fue Juan Francisco, tío de José, procedente de Querétaro. Después llegó desde Apaseo Mateo Barranco, padre de José. Ninguno de los nuevos mineros era originario de Bolaños o sus alrededores, venían generalmente de Guadalajara o de otras partes para explotar algunas barras en el nuevo centro minero (López, 1974: 408-436). Tal vez ahí encontremos la explicación: el culto a la virgen de San Juan en Bolaños llegó junto con los mineros y es probable que se fuera junto con ellos al acabar su época de oro.

    En 1758 los pobres operarios del Real de Bolaños, comandados por Marcelo Barrionuevo, pagaron la fiesta del 8 de diciembre en San Juan. Terminada su función donaron para la construcción del nuevo templo 3 000 pesos y ocho varas de plata para los ornamentos de la No era ni mucho menos la primera vez que los operarios de las minas en Bolaños aportaban para la obra. En 1746 el obispado de Guadalajara se enteró de que al igual que las minas de Guanajuato, las del Real de Bolaños estaban en auge, así que enviaron a Francisco del Río a las primeras y su hermano Juan fue a hacer lo propio en Bolaños y Sierra de Pinos. El menor de los Del Río regresó de aquellos lugares con 9 300 pesos y algunas piezas de oro para gastarlos en la

    Un análisis más amplio sobre la relación virgen de San Juan-Real de Bolaños permitirá decir si la presencia de Bolaños fue pasajera, al igual que su bonanza. Aunque es de destacar que de aquella zona no sólo está presente Real de Bolaños en la lista de mayordomos, pues también aparece José de la Bárcena, dueño de la hacienda ganadera La Quemada (Ultreras, 2008: 83). Esto podría indicar un crecimiento de la zona de influencia devocional de la virgen hacia aquel territorio, pero habría que estudiarlo a profundidad.

 

Conclusiones

 

El santuario de la virgen de San Juan debe su consolidación en el panteón mariano novohispano a la construcción de una gran zona de influencia devocional, misma que le otorgó una importante plataforma territorial y que incluía una cantidad considerable de fieles devotos hacia su advocación. En ese sentido su presencia en los centros mineros, sobre todo de Zacatecas y Guanajuato, le permitió entre otras cosas obtener capital para construir el tercer templo para la virgen a mediados del siglo

    El arraigo del culto en estas zonas es resultado de por lo menos dos elementos esenciales: la ubicación geográfica del pueblo de San Juan, que permitió el desarrollo del santuario al encontrarse en una situación de frontera, y también, al ser una parada obligada en el camino de Zacatecas a Guadalajara; y el gran trabajo de promoción del culto por parte de los limosneros que acompañaban a las vírgenes peregrinas.

    Por otro lado, el análisis de los mayordomos de la virgen en la época de la construcción del tercer santuario ejemplifica cómo esta función fue muy importante para que el capellán Francisco del Río creara una red de devotos-donadores potenciales. Los mayordomos se convirtieron en un seguro para momentos de necesidad económica, como lo fue la construcción del nuevo santuario. En ese contexto los devotos de los centros mineros de Zacatecas y Guanajuato se convirtieron en los mecenas constantes de la obra. Por otro lado, la estrategia de Del Río para dar la mayordomía al conjunto de operarios de las minas fue un éxito, sobre todo en Guanajuato.

    El caso de Bolaños es particular, su fundación tardía lo hace inexistente en el siglo Sin embargo, para el xviii sólo está por debajo de Guanajuato en número de mayordomos. Los devotos avecindados en Bolaños eran originarios de otras zonas del virreinato, por tanto, la devoción a la virgen de San Juan llegó con ellos a ese territorio y quizá también se fue junto con ellos.

    Zacatecas, por su parte, se concibe desde el origen del santuario como un territorio ligado a la zona de influencia devocional de la virgen. Aunque no aparece en los viajes de la peregrina que hemos mencionado en este texto, su presencia es constante en los registros de los regalos que sus devotos dan a la imagen. Además, fue la primera ciudad que visitó Del Río en busca del financiamiento para el nuevo templo, lo cual demuestra el vínculo de aquella urbe con Nuestra Señora de San Juan.

    Este trabajo fue un ejercicio en el que examinamos, de manera general, la presencia de la virgen de San Juan en un determinado territorio. Para reconstruir en su totalidad una zona de influencia devocional es necesario observar la dinámica de promoción y arraigo en otros lugares del virreinato. Esto se logrará a partir de los viajes de la peregrina y la lista de los mayordomos de la fiesta junto con otro tipo de documentos como las relaciones de los milagros, los inventarios de regalos a la imagen y hasta los libros de limosna del santuario.

    Hoy en día Zacatecas y Guanajuato siguen siendo parte de la zona de influencia devocional de la virgen de San Juan, también son enclaves esenciales de la gran plataforma territorial y de devotos que mantienen al santuario como el segundo más visitado del país. Esta relación no es historia, es presente.

 

Fuentes consultadas

 

Documentos de archivo

 

ahcbsjl

Archivo Histórico de Catedral-Basílica de San Juan de los Lagos.

Carpetas Negras, s. xvii.

Documento sobre el viaje de la virgen peregrina de 1666-1669.

Carpetas Negras, s. xviii.

Documento sobre el viaje de la virgen peregrina en 1743.

Mayordomos de la fiesta, 1724-1764.

Fragmento del testamento de Doña Josefa Rosa Martínez de Arratia.

Carpetas Negras: Construcción del santuario de Nuestra Señora de San Juan.

Hechos y actos de los Obispos de la Nueva Galicia a favor de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos del año de 1633-1757.

Libro de gastos de la obra.

 

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Tesis

 

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López Padilla, Omar (2015), Entre la devoción y el comercio. Un santuario para San Juan de los Lagos, tesis de maestría, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis.

 

Notas

 

* Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente.

¹ La tradición señala que tras la fundación hispánica del pueblo se le dejó, como en otras fundaciones, el nombre prehispánico anteponiéndole el del santo patrono. En el caso de San Juan se dio por sentado que el primer nombre del pueblo había sido Mezquititlán: “Lugar de Mezquites”. Desde hace tiempo algunos investigadores han sostenido, tras la aparición de algunos documentos del siglo

xvi

, que en realidad el nombre prehispánico del pueblo fue Mazatitlán: “Lugar de venados”.

² Ese año se creó la Parroquia de Jalostotitlán llamada también de los “tecuexes”.

³ Archivo Histórico de Catedral-Basílica de San Juan de los Lagos (en adelante, ahcbsjl), Carpetas Negras, s.

xvii

, Documento sobre el viaje de la virgen peregrina de 1666-1669, s/f.

Idem.

⁵ ahcbsjl, Carpetas Negras, s.

xviii

, Documento sobre el viaje de la virgen peregrina en 1743, s/f.

ahcbsjl

, Carpetas Negras: Construcción del santuario de Nuestra Señora de San Juan, Hechos y actos de los Obispos de la Nueva Galicia a favor de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos del año de 1633-1757, f. 6v.

⁷ f. 7.

Idem.

⁹ f. 8.

¹⁰ fs. 7v-8.

¹¹ ahcbsjl, Carpetas Negras, s.

xviii

, Mayordomos de la fiesta, 1724-1764, fs. 1-2v.

¹² f. 1.

¹³ Son 42 mayordomos, pero hay más nombres; algunos desempeñaban su función en compañía de su esposa, de alguno de sus hijos o de otro devoto.

¹⁴

ahcbsjl

, Hechos, f. 7.

¹⁵

ahcbsjl

, Mayordomos, f.1.

¹⁶ ahcbsjl, Carpetas Negras, s.

xviii

, Fragmento del testamento de Doña Josefa Rosa Martínez de Arratia, fs. 1-1v.

¹⁷

ahcbsjl

, Hechos, f. 4v.

¹⁸ Idem.

¹⁹

ahcbsjl

, Mayordomos, f. 1.

²⁰ f. 1-1v.

²¹

ahcbsjl

, Hechos, f.10.

²²

ahcbsjl

, Mayordomos, f. 1.

²³

ahcbsjl

, Libro de gastos de la obra, s/f.

²⁴

ahcbsjl

, Mayordomos..., f. 2

²⁵

ahcbsjl

, Hechos, f. 10.